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No falta demasiado para que la ingeniería genética permita la des-extinción de animales. Por eso los conservacionistas han comenzado a hacer cálculos sobre los costos y los beneficios de la operación. La conclusión es tan polémica como desalentadora: «Si se tienen los millones de dólares que llevaría resucitar una especie y se decide hacerlo», dijo el investigador Joseph Bennett, de Carleton University, Ontario, «se está tomando la decisión ética de recuperar una especie y dejar que varias otras se extingan».
El científico canadiense sintetizó ante The New York Times: «Sería un paso adelante y entre tres y ocho pasos atrás«.
En un estudio que publicó Nature Ecology & Evolution Bennett y otros colegas concluyeron que la biodiversidad se vería perjudicada por la des-extinción, en lugar de mejorada.
Pusieron como ejemplo el mamut de la tundra, que se podría revivir al cortar y unir genes de hallazgos arqueológicos y el ADN del elefante asiático. Pero el sueño de crear una población sostenible de este mamut podría tener como consecuencia la pérdida de los elefantes que hoy viven en Asia, cuyos números merman por la desaparición de su hábitat y por la caza ilegal.
El texto de Bennett planteó una pregunta compleja: los recursos limitados de la sociedad y el planeta ¿se deben orientar hacia revertir extinciones pasadas, que constituyen una deuda ética, o a prevenir extinciones futuras, que proyectarían la misma clase de conflicto?
En el artículo «Spending limited resources on de-extinction could lead to net biodiversity loss» («Gastar recursos limitados en la des-extinción podría llevar a una pérdida neta en biodiversidad»), los autores analizan que los costos de crear y mantener a las especies resucitadas podría causar «sacrificios sustanciales» a la conservación de los animales que todavía existen.
«Pero los hallazgos del equipo no suenan igual de bien a todos los científicos», escribió la periodista Steph Yin. Citó a la fundación Revive & Restore (Revivir y restaurar), que aboga por la recuperación biotecnológica de la paloma migratoria. Su cofundador Stewart Brand criticó los animales que analizaron los investigadores: «No se las consideraría seriamente para la des-extinción» porque otras especies cumplen sus papeles ecológicos o porque los beneficios de recuperarlas no justifican los costos.
El asesor científico de la organización, Ben Novak, dijo al diario estadounidense que puede haber beneficios ecológicos en des-extinción de algunas especies, y observó que algunas de las que viven están en peligro «por la falta de un socio ecológico o algún eslabón de la cadena alimenticia». Para Novak, «cualquier esfuerzo de des-extinción debe tener beneficios de largo plazo que superen sus costos».
Bennett concedió que, en efecto, hay beneficios, pero en el presente el mundo no puede darse el lujo de buscarlos. «Según algunas estimaciones —señaló Yin—el 20% de las especies de la Tierra enfrentan hoy la extinción, y podría subir al 50% hacia el fin del siglo«.
No se puede conocer con exactitud el costo de resucitar animales perdidos, aunque se sabe que se mide en decenas de millones de dólares porque implica volverlas a la vida —de cuyo éxito no hay garantía— y luego mantenerlas. «En Nueva Zelanda, calcularon los investigadores, los fondos que se requieren para conservar 11 especies extintas protegería a tres veces más especies vivas«, ilustró The New York Times.