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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena

(Verdadcontinta-Abril/2017) La vida para él es como un rompecabezas, cada pieza va cayendo en el lugar exacto, es sólo cuestión de usar bien cada ficha en su debido momento, así explica cómo se fueron dando los logros, él es Fernando Arduz Ruiz.

Fernando Arduz es palabra autorizada en Tarija para hablar de música, un docente, investigador y reconocido intérprete de 59 años, pero especialmente un amante de la vida.

“Soy feliz, porque tengo  el regalo más grande que me ha dado Dios que es mi familia”,  dice al iniciar la entrevista con Verdad con Tinta, con un tono suave, siempre hablando como con acordes, de una forma pausada y rítmica.

Sentado en el hall de su casa, de serena mirada que se esconde tras sus lentes, el hombre de flaca silueta  acomoda en la pequeña mesa las tres estatuillas del premio Eduardo Abaroa que obtuvo en diferentes ediciones. El último galardón lo consiguió al ganar en la categoría de arreglos de música folklórica para orquestas sinfónicas.

Participó en tres ocasiones en esta categoría en dicho concurso nacional. Todas las ganó. El último trabajo que presentó fue el arreglo de la obra musical Piama, una canción del oriente boliviano.

Piama es una chobena mojeña muy popular en Beni que traducida del idioma nativo al español quiere decir “Dame”.

Las otras dos estatuillas las consiguió también por los arreglos en obras musicales folklóricas como “Guadalquivir” de Gilberto Rojas en 2013 y “Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa” de Alfredo Domínguez, que representa a la zona andina.

La idea original de este proyecto es de hacer una adaptación para una orquesta sinfónica con tres obras que representen la diversidad cultural y musical del país. Representando a los valles con está la composición denominada “Guadalquivir”; en representación de la zona andina, la pieza musical “Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa” y por último, “Piama”, de la zona oriental. “Una obra entera en tres partes que represente a Bolivia”.

“No he estudiado para hacer arreglos”, aclara al referirse a los premios que consiguió, si bien estudió música en conservatorio, explicó que existe la especialidad de arreglista o de composición. “Por eso agradezco a Dios por tener esta oportunidad”.

Acotó que estos trabajos no los hace para ganar el concurso, sino que le gusta producir para que alguna orquesta pueda interpretarlos, si es que quiere.

De las tres obras, Guadalquivir fue estrenada en la premiación realizada el año 2014 en la ciudad de Sucre. El último trabajo, aunque no fue estrenado, puede ser encontrado en la página web del Ministerio de Culturas, donde está el audio de la canción Piara con los arreglos de Arduz.

Estrenar una de estas obras en Tarija es complejo, porque las orquestas no cuentan con todos los instrumentos con los que fueron pensadas, como las campanas tubulares o los timbales. Los arreglos fueron considerados para la orquesta Sinfónica de La Paz, que cuenta con los instrumentos necesarios.

¿Cómo realiza estos arreglos sin contar con los instrumentos? Es la pregunta que salta rápidamente, a lo que el compositor responde que dichos trabajos los realizó en su pequeña computadora con programas especializados que le permiten hacer las mezclas.

“Lo que hago es usar los conocimientos que he adquirido sobre armonía, teoría, formas musicales y aplicar para hacer los arreglos con 30 instrumentos de los que hay que elaborar la partitura”.

Sobre el premio Eduardo Abaroa y la aparición de más tarijeños entre los ganadores, el músico dijo que el sólo hecho de que exista el interés de participación en la región, ya muestra un importante crecimiento cultural.

“El hecho de participar ya implica un acto creador”, algo que es trascendental para los artistas, reflejando un nivel de superación en Tarija.  Según Arduz, el siguiente objetivo de la región es profesionalizar el arte, empezando por el campo de la música, donde ya se consiguió la entrega del título a nivel técnico mediante el Instituto de Música Mario Estenssoro.

Destacó que existan en la ciudad tres orquestas sinfónicas, lo que se refleja en un importante crecimiento cultural.  Recuerda que en 1993, cuando empezó con la Orquesta de Cámara, era un “sueño tener una orquesta sinfónica en Tarija”.

“Eso indica una necesidad de que se vaya pensando seriamente en abrir una Carrera de Música en la universidad”, acotando que el problema de este campo, es que no es tomado como una profesión.

Desde su análisis, el primer paso se dio con la consolidación de los niveles de técnico medio y superior que deben empezar a funcionar mediante el Instituto Mario Estenssoro, posteriormente, apuntar a la licenciatura. “Aspiramos a que ya se pueda preparar el terreno para que  suceda aquello”.

¿Se puede vivir de la música?

“Depende a qué nivel”, fue la primera respuesta que lanzó. Puso como ejemplo aquellos grupos que hacen folklore presentándose los fines de semana en diferentes peñas como otros locales, los que pueden subsistir, pero la mayoría de sus integrantes tienen otro trabajo, siendo la música una alternativa que genera recursos adicionales.

Pero en el caso de dedicarse al cien por ciento a esta profesión, la figura cambia. “tengo que repartirme en diferentes horarios y lugares para obtener lo necesario”, revela.

“Cuando los conciertos sean pagados, la situación cambiará”, indicando que tanto las autoridades como el público en general no ven al artista como un profesional, lo que limita a quienes se dedican a estas ramas.

Y es que dedicado al cien por ciento en la música en Bolivia, todavía es difícil vivir. Fernando distribuye sus tiempos dando talleres en parte de la mañana en el colegio San Bernardo, la otra mitad de la jornada, la usa para ensayar con la Orquesta de Cámara de la cual es miembro, por las noches está cargo de la Escuela de Música Regional Pastor Achá como director.

Los descansos son en las tardes; por consejo de salud, pues hasta hace un tiempo, daba clases particulares de guitarra en ese espacio.

Recordó que a diferencia de otras carreras, el músico debe estar practicando todos los días, sin importar si es fin de semana o feriado.

Esta pasión la tuvo siempre, pero la determinación de tomar a la música como la carrera de su vida, surgió un año antes de salir bachiller, cuando tanto él como sus padres tenían claro el objetivo de que estudiase una ingeniería, por su buen gusto por las matemáticas.

La llegada de Cochabamba a Tarija del profesor Ernesto La Faye Cabrera(1915-1988), dio un giro de ciento ochenta grados a su vida. “Don Ernesto” como le decía Fernando, le enseñó a tocar guitarra, pero leyendo pentagrama, algo novedoso para los bohemios tarijeños de la época.

La Faye hizo que Arduz se enamore de su guitarra y especialmente de la música como una forma de vida, desde donde iría armando su propio rompecabezas. Sus padres no estaban al principio muy de acuerdo con esta determinación, así que le pidieron que intentara ingresar a la universidad a estudiar una ingeniería como estaba previsto, y así lo hizo.

Ingresó a la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho para estudiar Ingeniería Electromecánica, donde estuvo los primeros semestres, pero sintiéndose insatisfecho, así que sus padres, sin poder contenerse al verlo así, decidieron darle el apoyo y enviarlo a la ciudad de La Paz, donde ingresó al Conservatorio Nacional de Música.

Pero parte de su rompecabezas ya había empezado a moldearse antes de su profesionalización en el campo de la música, con las clases del profesor La Faye que le incentivó a formar un grupo musical con sus compañeros.

Previo a esta agrupación, Arduz había participado en otras bandas musicales, una de ellas de estilo progresivo donde el baterista y vocalista era un tal Danilo Olmos Tejada, quien es hoy un reconocido comunicador social, acompañado con la guitarra eléctrica de Elías Dipp, mientras Arduz, le ponía sus acordes con su sencilla guitarra.

También participó  del grupo “Sombras del Tiempo”, donde acompañaba con sus acordes a Hugo Leytón que se especializaba por sacar los temas del cantautor argentino, Leonardo Favio (1938-2012), que en esa época estaba de moda.

Con sus compañeros de curso formó la banda electrónica “Albatros”, que se especializaba en tocar canciones latinas bailables, como de Los Iracundos (1957-1987).

Los ensayos de esta banda electrónica eran realizados en la casa de la familia Mendieta León, padres de dos de los integrantes de la banda, quienes posteriormente se convertirían en sus suegros.

Los compañeros de su banda pasaron a ser sus cuñados. Es así que en los ensayos fue enamorándose de Janeth Mendieta León, a quien ya conocía del colegio, pero que en esas tardes musicales se hizo su amiga y confidente, para ser posteriormente, su “amada”.

Con parte del rompecabezas armado, Fernando se fue a La Paz, donde estudió violín, al no estar habilitada en ese tiempo la materia de guitarra. Ahí pasó cuatro años de su vida para luego, por azares del destino,  dar el salto e irse a especializar al Conservatorio de Música de Madrid, España.

Esta vez, fue la casualidad que uno de sus hermanos, se fue a España a trabajar al Consulado boliviano como abogado, quien además era amante de las artes al ser un poeta, por ende, el apoyo hacia Fernando sería incondicional.

Llegó a la casa de su hermano y postuló a una beca que la ganó, quedándose a vivir cuatro años en aquel país, donde se especializó como músico, especialmente con la materia que más le gusta; la guitarra.

Al retornar a Tarija, se casó y formó su familia, teniendo dos hijas y un varón: Alejandra, Adriana y Pablo. “Fui bendecido”, acota.

Establecido en su tierra, su primer reto fue el de profesionalizar la música y vivir de ella, fundando en 1993 junto a Jilma Hoyos, la Orquesta de Cámara.

Dicen que la vida del músico se complica a la hora de formar una familia; sin embargo, Fernando pudo conjugar muy bien ambas pasiones. Su esposa e hijos no faltan a sus presentaciones y están siempre alentándolo en cada proyecto que inicia.

A diferencia de otros artistas que piden una serie de requisitos a la hora de sus presentaciones, desde frutas exóticas hasta camas solares, Arduz pone una única condición. “Donde viaje o me presente, debe  estar mi mujer, sino no voy”, dijo con una tímida sonrisa, sin poder evitar  que tomen un leve color rojizo sus cachetes, como si fuese un adolescente empezando en la etapa del enamoramiento, aunque la vida ya lo convirtiera en abuelo.

Una y otra vez hizo entrever que los momentos más felices y tristes, están relacionados con su familia. La pérdida de sus padres, de un hermano, sus suegros y dos de sus sobrinos son parte de los dolores irremediables, pero al mismo tiempo, goza de cada minuto que tiene al lado a sus seres más queridos.

“La muerte se está llevando personas y uno a veces siente que está más cerca”, dice bajando aún más el tono, aunque resaltó que fue afortunado al sobrepasar etapas complejas, gracias a la fe de sus familiares como la suya.

Es diabético desde los 20 años, pero la enfermedad no pudo con él, incluso fundó junto a su esposa una asociación para apoyar a personas que la padecieran.

Recuerda que cuando le propusieron que se vaya al exterior para que lo intervinieran quirúrgicamente, decidió quedarse en Tarija. “No es necesario buscar a Dios en el exterior”, respondió y confió en el trabajo de los profesionales locales, siendo positivos los resultados.

“Él me ha llevado a superar este problema y estoy vivo gracias a él”, relató en referencia a Dios, por conseguir superar etapas difíciles de su enfermedad con la fuerza de voluntad.

Y es que todavía le queda mucho camino por andar, siendo uno de los principales investigadores de la música de Tarija como de Bolivia.

Está enfocado en la actualidad en el rescate del Himno a Tarija, mismo que sufrió a lo largo de los años diferentes cambios.

“Es importante recuperar nuestro himno por el gran trabajo que hicieron en su momento los compositores”, Tomás O’Connor D’Arlach  y el italiano Juan di Fiori.

La construcción de la historia es vital en la consolidación de una identidad, por eso investigadores en diferentes ramas son valiosos para dar los cimientos de una sociedad.

Arduz es uno de los pocos investigadores especializados en música que tiene el país, y su aprovechamiento dependerá de las instituciones de turno, de manera que su trabajo no se desperdicie.

Sus proyectos de investigación son tomados ahora en cuenta por parte de las instituciones, aunque el costo de los mismos,  no siempre es remunerado, lo que refleja una débil política en el plano cultural.

Poco a poco, Fernando vuelve a la entrevista después de hacer un viaje por diferentes etapas de su vida, de aquel rompecabezas que todavía resta armar, pero que tiene las partes troncales bien colocadas.

Se levanta y se va a descansar un momento, seguramente a escuchar algo de música clásica, que es la que más lo relaja, o quizá comer un buen plato tradicional de nogada, su preferido.