Raúl Pino-Ichazo Terrazas
(Abogado, postgrado en Educación e Interculturalidad, doctor honoris causa, escritor)
El lector ha podido observar la indiferencia que existe en nuestro país hacia la exultante, formadora y cohesionadora actividad del teatro: el pasado 27 de Marzo se celebró el día mundial del teatro y las expresiones de evocación sobre el tema fueron escasas o nulas. El teatro en Bolivia debe renacer de las cenizas y estar más vivo que nunca, así piensan y actúan en consecuencia el reconocido actor y director de teatro Guido Arze y la exitosa dramaturga y autora Verónica Armaza, quienes a resultas y, a propio esfuerzo, mantienen viva esta noble expresión artística que destaca la sensibilidad de los pueblos con su Pequeño Teatro que mantiene relaciones de intercambio con teatros del exterior.
Estos dos artistas logran que en La Paz se presente teatro de un buen nivel todos los días, durante un mes, cada año; trasuntando su apostolado por el teatro sin arredrarse ante el esfuerzo que significa mantener una obra para cada día. Presentan las mejores obras clásicas y las inéditas para incentivar a sus autores, concediendo además oportunidad de iniciarse a la nueva generación de actores, además de enseñar.
El teatro es muy fuerte, resiste y sobrevive a todo, sobre todo a las censuras, a la falta de dinero y apoyo estatal sostenible y el público siempre espera las iniciativas pues sin el público no existe el teatro y no hay que olvidar que aunque haya una sola persona de público siempre es público.
La única solución a la crisis del teatro reside en la esperanza de una gran caza de brujas, especialmente contra los jóvenes que quieren aprender el arte del teatro, como lo afirma Darío Fo; de esta forma surgirá una irrefrenable e incontenible diáspora de nuevos comediantes.
El día mundial del teatro existe hace 55 años, empero, el teatro siempre fue y será la imaginación, la exultación de la libertad, del origen nuestro como humanos; es la evocación a la multiculturalidad, es una oda a la belleza y también el teatro deja en el escenario muchas preguntas sin respuestas que lo hace insondable. Es extenso lo que se puede decir del teatro porque el mismo es dialogo, ausencia de odio, es amistad entre los pueblos y también entre actores y público, la unión de todos a los que reúne el teatro, además, los que lo escriben, traducen, explican, decoran, interpretan y, lo más importante: los que van al teatro.
Al teatro hay que amarlo pues protege a una comunidad pequeña como a una población vasta; por ello es pertinente agradecer a Guido Arze y a Verónica Armaza y muchos anónimos que residen en todo el país, que ofrendan su vida por el teatro.