Enoc Becerra Serpa
A consecuencia de un artículo del 11/03/2016 en Opiniones, titulado La Iglesia, me permito aclarar que el mismo no es escritural e intenta derribar los principios que Dios ha dejado asentado en su eterna Palabra escrita, única fuente de verdad.
¿Que eran las Iglesias en los tiempos bíblicos? La palabra “iglesia” significa sencillamente Asamblea, o, según el uso local de la lengua griega, una asamblea de personas privilegiadas, de ciudadanos. Toda la multitud de los creyentes reunidos en uno por el Espíritu Santo, formaba la Asamblea o la Iglesia, aunque ésta era, por supuesto la Asamblea de Dios.
Examinemos brevemente la manera en que las escrituras consideran a la iglesia en su conjunto. En primer lugar, ella es vista como la morada de Dios; en segundo lugar, como el Cuerpo de Cristo.
En un sentido, la Iglesia no está todavía formada, ni completada. Todos los que serán unidos a Cristo en gloria forman parte de ella. “Edificaré mi iglesia”, dice Jesús, “ y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Esto se cumplirá indefectiblemente y Pedro hace una evidente alusión a ello, cuando dice: “Acercándoos a él, piedra viva …..vosotros también, como piedras vivas sed (lit.: “sois”) edificados como casa espiritual …” (I Pedro 2:4-5). Y también se dice en Efesios 2:21: “En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”. Esto aún no ha culminado, sino que es un proceso que continúa, y aunque al principio la iglesia era un cuerpo público y manifiesto, “el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47), esta Iglesia ha venido a ser lo que se llama actualmente “la iglesia invisible”.
Pero la Iglesia de Dios se presenta de otra manera; y también en este aspecto ella es siempre la casa, habitación de Dios, pero como tal es establecida por la instrumentalidad del hombre y bajo su responsabilidad. “Yo como perito arquitecto”, dice Pablo, “puse el fundamento….pero cada uno mire como sobredifica” (I Corintios 3). Allí se encuentra la instrumentalidad humana y, también, la responsabilidad del hombre. Formado sobre la tierra, había un vasto cuerpo que era la Casa de Dios o su templo, y el Espíritu Santo, que había descendido en el día de Pentecostés, moraba en ella; y otra vez: “Vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:22). Figura distinta de la del cuerpo, en el cual no puede haber madera, heno ni hojarasca, cosas todas que habrían de ser quemadas.
Esta verdad es preciosa, porque es la morada de Dios en la tierra, en Su casa preparada para Él, de acuerdo con Su voluntad. Dios nunca habitó con Adán inocente, aunque lo visitó. Tampoco moró con Abraham, aunque también lo visitó y lo bendijo de una manera muy particular; pero tan pronto como Israel fue redimido de Egipto, Dios vino y habitó entre ellos. La morada de Dios con los hombres es el fruto de la redención (véase Éxodo 29:46)
La verdadera redención ha sido cumplida, y Dios ha formado una habitación para sí donde mora por el Espíritu. Ella se encuentra sobre la tierra, constituyendo la habitación de Dios por el Espíritu. Él habita y marcha en medio de nosotros. Somos el edificio de Dios. El hombre puede haber introducido en el edificio madera, heno y hojarasca; pero Dios todavía no ha ejecutado el juicio para quitar de su vista la casa; sin embrago, el juicio comenzara justamente por ella (I Pedro 4:17).
La Iglesia o Asamblea es también el cuerpo de Cristo (Efesios 1:23). Por un Espíritu somos bautizados en un solo cuerpo (I Corintios 12:13). Aún cuando el cuerpo halle su consumación final en el cielo, él, no obstante, ha sido establecido sobre la tierra; porque el bautismo del Espíritu Santo tuvo lugar cual Él descendió el día de Pentecostés (Hechos 1:5; I Corintios 12:13). Que este cuerpo está en la tierra es aún más claro; puesto que, en el mismo capítulo, vemos que Él ha puesto en la Iglesia, primeramente apóstoles, segundo profetas, en tercer lugar maestros, seguido de milagros y dones de sanidad…y está claro que todo esto curre evidentemente en la tierra. Estos dones están puestos aquí abajo en la Iglesia entera, cualquiera sea el miembro de que se trate, pues todos son miembros de un solo y mismo cuerpo. Tal es la Iglesia o Asamblea descrita en la Escritura. El Altísimo no habita en templos hecho por manos humanas.
Por lo que podemos considerar a la Iglesia desde dos puntos de vista. Primeramente, es la reunión de los hijos de Dios, formados en un solo cuerpo, unidos por el poder del Espíritu Santo en Cristo Jesús, el hombre glorificado, ascendido al cielo. En segundo lugar, es la casa o habitación de Dios por el Espíritu.
Así, pues, la Iglesia está formada en la tierra por el Espíritu Santo que bajó del cielo, después que Cristo fue glorificado. Está unida a Cristo, su Cabeza celestial, y todos los verdaderos creyentes convertidos a Él son sus miembros por el mismo Espíritu.