Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta 09 de marzo/2017) El desafío de la competitiva industria musical, hace tiempo rompió las barreras del sonido. Más allá de ofrecer un ritmo que atrape al público y una letra que cale en la piel de los fanáticos, el nuevo desafío es convertir el arte, en una empresa.
El músico Fabio Zambrana Marchetty, define como “complicada” la situación de los artistas bolivianos, pero más allá de la falta de apoyo, el complejo panorama se debe también a una falta de visión por parte de los músicos.
La situación trasciende el mundo de la música, abarcando el amplio paraguas de creadores de arte: actores, pintores, músicos y escritores. Todos hacen cara a un mismo desafío. Trascender.
“La mayor parte de los artistas bolivianos no quieren entender una cosa que es básica en la música. La música también es un negocio, no es solo un arte”.
“Si vieran la música como un arte”, continúa Zambrana, entenderían que están haciendo las cosas mal.
Los empresarios pagan pasajes, hotel, viáticos y sonido, al margen de otros gastos que realizan para traer a cualquier banda a la ciudad o país. Pero de ese gasto, esperan obtener una remuneración que justifique semejante inversión, confiando en que la gente asistirá a ver al artista que se presente.
“Ustedes tienen que saber dónde están y eso lo van a lograr únicamente, siendo sus primeros empresarios”, es el consejo que da el cantante.
En su libro “La Bomba”, Fabio recomienda a los artistas a que hagan un ejercicio; que alquilen un local e inviertan con su dinero. “Si ustedes no confían en ustedes mismos, nadie va a confiar en ustedes”.
Ante esta propuesta, Zambrana asegura que la mayoría de los músicos dicen: “No, no, yo no hago eso”. Por lo que él cuestiona su falta de confianza en ellos mismos y en su potencial como artistas. “Viste, no estás listo como empresario”, es la respuesta del cantante ante aquellos que no se atreven a ser sus propios manager.
“La situación del músico boliviano está metida en un gran problema, porque no quieren entender que es un negocio”.
Sin embargo, él entendió desde un principio que además de arte, la música era un negocio. “Fui creciendo como artista, pero también fui creciendo como empresario”, asegura.
Él, con su visión empresarial como artística, nunca pretendió escribir letras profundas ni mensajes recónditos, su única intención fue que la gente bailara y la pasara bien con cada una de sus canciones.
A juzgar por lo que se ve en las fiestas y en el propio concierto que dio en Tarija, alcanzó su cometido.
“Yo sólo quería que la gente se divierta y que la canción suene en el mundo entero”, dice respecto a La Bomba, su canción más conocida internacionalmente.
Aunque Fabio siempre se preocupa de que el empresario que lo contrata reciba un rédito económico, no siempre logró que eso sucediera. Esto no ocurrió por falta de éxito del cantante, sino, porque los empresarios trabajaron de manera “inadecuada”.
“Hubo un empresario hace muchos años que en Estados Unidos no le fue bien, pero yo le dije: ‘Sabes que hiciste las cosas mal, pero te voy a ayudar, no te voy a cobrar este show. No quiero que me ‘recordés’ como un artista que te dio pérdida, pero yo no vuelvo a trabajar con vos, porque yo sé que no haces las cosas bien’”, cuenta el cantante sobre una de sus experiencias negativas.
Una vez más, esta experiencia demuestra que a pesar del talento del artista, el éxito del show depende de la habilidad del empresario, por lo que ser su propio agente, no es una idea descabellada.
Carisma a flor de piel
Todo aquel que conoce a Zambrana, queda encantado con la personalidad sencilla y cálida que lo caracteriza. Pocos son los artistas que conservan su simpleza tras haber alcanzado la fama. Fabio Zambrana pertenece a ese selecto grupo de verdaderos artistas.
A lo largo de la entrevista con el equipo de Verdad con Tinta, demostró que él es como su música, alegre, sonriente y sencillo. Es una persona a la que le gusta bromear con sus compañeros de trabajo. Es un hombre lleno de vida.
Una característica muy particular de Zambrana, es que siempre mira a su interlocutor a los ojos cuando éste le está hablando.
Mabel Barba, la boliviana que participó como directora artística en la película ganadora del Oscar, Moonlight, también contó una tierna anécdota que tuvo con el cantante de Azul Azul.
“Yo tenía 12 años y recién me había mudado a Estados Unidos. En la escuela tenía un compañero de padres bolivianos, que siempre hablaba mal de Bolivia y eso me deprimía”.
“Decidí escribirle a Fabio Zambrana”, cuenta Mabel, para decirle que gracias a él, el nombre de Bolivia estaba en alto y que se sentía feliz de ser boliviana por eso.
Aunque Mabel le había escrito sin esperanza alguna de obtener una respuesta, un par de días después, para su sorpresa, el cantante le escribió: “bellas palabras de aliento”, que la reconfortaron y la ayudaron a sobrellevar los comentarios negativos que recibía por parte de este compañero.
Por su parte, quienes compartieron con él durante su concierto en Tarija, lo califican como una persona amena, agradable, que te hace sentir cómodo. “Se nota que es una persona muy orgullosa de su trabajo y de su país”, cuenta Ivar López Muñoz, uno de los organizadores de “Euforia”, evento realizado para el carnaval.
“A él le encanta interactuar con el público y le hubiera gustado relacionarse mucho más con el de Tarija”, cuenta López; pero por temas relacionados a la seguridad de los equipos de música como de la propia banda, tuvo que limitarse a subir a un par de personas al escenario.
Para el cantante, es importante lograr una conexión con el público para generar un ambiente cargado de buena energía, que disponga a la gente a disfrutar del concierto.
El hombre de La Bomba, y otros grandes éxitos, deja con ganas de más a su público y con un sabor agradable a todo aquel que lo conoce. Paradójicamente, parece ser que mientras más alto vuela, tiene los pies más centrados en la tierra.