Mercedes Bluske y Jesús Vargas
(Verdadcontinta/febrero 2017)
5 minutos de silencio y nervios que mostrarán el resultado de un largo trabajo encerrados en el taller por un poco más de un año
Un año en el laboratorio, cientos de experimentos y un resultado alentador. Así pasó el tiempo para Juan José Murillo Sánchez, quien siente que está cada vez más cerca de tocar su sueño con las manos.
“Fue muy emocionante, era imposible no llorar”, recuerda Juan José aquel día en el que por fin, después de tantas pruebas, obtuvo los resultados esperados. HUK es el nombre de su prototipo con el que pretende devolver la movilidad a las personas que por uno u otro motivo perdieron la posibilidad de caminar.
Este prototipo viene a ser un exoesqueleto, un invento que a nivel mundial toma cada vez más presencia en la industria militar como de la salud. “No queremos inventar la pólvora”, aclara Juan José, al explicar que su prototipo pretende mejorar las condiciones de las personas con capacidades especiales en Sudamérica, pero especialmente en Bolivia.
Si bien el exoesqueleto es un invento que surgió como un prototipo con fines militares, con el pasar de los años, empezó a usarse para mejorar la calidad de vida de las personas que perdieron la movilidad en sus piernas, cada uno de estos artefactos tiene sus diferentes cualidades, dependiendo el país donde fueron creados.
Estos exoesqueletos existen en Brasil, Estados Unidos, Israel y Rusia, aunque el acceso a los mismos todavía es difícil por su alto costo.
La diferencia del prototipo ideado por Murillo, es la facilidad en su uso y el precio que pretende adecuar a la economía latinoamericana. Un prototipo así puede costar hasta 40 mil dólares. “Algo irreal para nuestra economía”. Por ahora el costo con su exoesqueleto tendría un costo de 7 mil dólares, algo más accesible.
Otro problema es que las baterías no le dan la independencia esperada a la persona que lo usa, ese es otro de los avances del exoesqueleto boliviano, que tiene unas cuatro horas de duración, dando el tiempo suficiente a la persona para que pueda caminar tranquilamente.
Pero quizá el avance más significativo es que los pasos de este exoesqueleto son similares a los de un humano. “Te reincorpora a la sociedad”, dice orgulloso Juan José.
Este prototipo es parte de la tesis en la Carrera de Ingeniería Industrial de Juan José, pero más allá de ser una valiosa prueba universitaria, pasó a convertirse en un proyecto de vida. Aprobada la tesis, Juan José continuó con el perfeccionamiento del exoesqueleto, pero para consolidar el proyecto, iba a requerir del apoyo de alguien que opere bien sistemas y el indicado fue un pasante de Ingeniería de Redes y Telecomunicaciones, Jorge Padilla Sánchez.
Este joven de 19 años le dio al equipo la funcionalidad que le faltaba. Fueron así doce largos meses de pruebas, ajustes y conexiones que dieron el resultado esperado.
“Yo lo preparo, lo fabrico y él lo conecta”, resume Juan José de como se divide el trabajo esta singular pareja de emprendedores.
Los trabajos fueron realizados en el taller de la Universidad Domingo Sabio de Tarija, pero pasada la tesis, el proyecto tomó personalidad propia. “La idea es construir un taller de biomecánica”.
Y así fue. Pasó el tiempo de la fabricación, preparación y la conexión de todos los sistemas para empezar las pruebas de fuego con el exoesqueleto boliviano.
Para probar si funciona o no, se necesitaba una persona que se anime a ponerse el equipo. “En primera instancia pensamos en hacerlo con alguien de capacidades diferentes, pero analizando mejor, nos dimos cuenta que no era lo más adecuado”, cuenta Murillo.
Uno de los motivos es que al ser una prueba, en caso de ser positiva, una persona que no pueda caminar y empiece ande con el equipo, no podría quedárselo, pues todavía es un periodo de experimentación, algo que podría afectar en su estado anímico. “Es como que le des la posibilidad de caminar y de pronto se la quitas”.
Otro motivo es que una persona que no tenga sensibilidad en las piernas, no pueda decirles a los técnicos sobre las sensaciones que le genere el equipo, algo que requieren saber. “Necesitamos tener conocimiento exacto si le causa dolor, le genera algún daño o no”, acota Jorge.
Este exoesqueleto está diseñado para personas que no tienen sensibilidad en las piernas, pero eso no quiere decir que por el uso del prototipo se genere más daño en las mismas, por eso es necesario conocer las reacciones de una persona que si sienta sensaciones en esas partes del cuerpo para pasar estos datos a los técnicos.
Fue un joven estudiante quien se prestó a las pruebas. El exoesqueleto estaba listo, Juan José y Jorge expectantes y el joven con el prototipo puesto sentado en una silla del laboratorio, esperando que le den el “ok” para iniciar la prueba.
Era el día esperado, un 15 de noviembre de 2016. El sistema se encendió y HUK empezó a dar sus primeros pasos. El joven se levantó lentamente de su asiento y comenzó a caminar por el taller, ante la atenta mirada de los dos técnicos, que no podían guardarse las lágrimas de emoción, los pasos eran los esperados, lentos y naturales, como de un humano.
“Esto es algo nuevo, el exoesqueleto a nivel mundial tiene el defecto de que sus movimientos son muy robóticos”, de esta forma, pudo consolidarse el proyecto con un primer gran paso, pero las expectativas de sus creadores todavía son más grandes.
“Buscamos que el prototipo se conecte directamente con el cerebro de la persona que lo esté usando”, explica Jorge, quien trabaja en ese aspecto.
¿Por qué HUK?
El impulsor de este proyecto, Juan José Murillo, es oriundo de Camiri, Santa Cruz, una región muy cercana a la cultura chiriguana, por eso, él en primera instancia tenía la intención de poner a su exoesqueleto el nombre de “Número Uno” en ese idioma.
Explicó que éste es el primer exoesqueleto boliviano y el primero en el plano internacional con características particulares como los pasos más humanos, las baterías más duraderas y el uso de materiales menos costosos, de ahí la intención que se llame Número Uno, pero al traducirlo al guaraní se chocó con un particular problema.
La pronunciación de número uno en guaraní, en el español tiene un sonido parecido a la palabra pene y eso le podía generar una serie de burlas, por ese motivo, se decidió por buscar en otro idioma nativo, siendo el quechua el elegido.
Huk significa número uno o el primero en quechua y el nombre quedó al agrado de sus creadores.