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(16 de abril al 25 de mayo 1935)

Mientras se completaba la movilización general decretada por el presidente Tejada Sorzano hasta completar 36 regimientos, cuatro unidades de zapadores, 3 batallones de ametralladoras pesadas, 17 baterías de artillería, más algunos escuadrones divisionarios y una unidad de comunicaciones, el alto mando boliviano preparó un plan para desalojar a las fuerzas paraguayas que habían ocupado, desde enero de 1935, el valle que se extiende, de norte a sur, entre la serranía del Aguaragüe y la de Ibybobo-Capirendá-Carandayty.

Ingreso de tropas bolivianas al Chaco, recibiendo la bendición del capellán del ejército. 1934

En su elaboración participaron los generales Guillen, Sanjinéz y Placek, este último jefe de la misión checoeslovaca que asesoraba al alto mando boliviano. Este plan fue presentado posteriormente a Peñaranda, quien, con la colaboración de los coroneles David Toro, Ángel Rodríguez y Germán Busch, realizaron algunas correcciones menores.

El 16 de abril, dos poderosas Divisiones bolivianas, con un total de 8 regimientos y apoyo de artillería, irrumpieron en la zona de Boyuibé rompiendo las débiles defensas de la 3.ª División paraguaya. Esta División había llegado a Carandayty en el mes de marzo proveniente de Bahía Negra (alto Paraguay) y estaba integrada por 2 regimientos, el RI-26 «Cerro León» y el RC-8 «Gral. Pedro Duarte», con poca experiencia en combate. La División de Reserva General (DRG) intentó detener el avance boliviano hacia Mandeyapecuá, a 30 km al este de Boyuibé, pero, rebalsada e infiltrada por todos lados, tuvo que retroceder hacia las sierras de Carandayty para defender esa estratégica posición. La primera etapa de la ofensiva boliviana se cumplió así satisfactoriamente. La reacción paraguaya fue inmediata. La 8.ª División volvió desde Charagua a Casa Alta y desde allí hacia la zona de Boyuibé. El destacamento Garay, compuesto por la 2.ª División y el Destacamento González, unos 2200 soldados, quedó en el triángulo Charagua-Coperé-Casa Alta para contener a los 4500 hombres del CE-2 boliviano, 2.ª División y 3.ª División de caballería, que al mando del coronel Anze, una vez iniciada la segunda etapa de la ofensiva boliviana en el sector central, debía atacar a las fuerzas paraguayas en su sector con el objetivo de lograr su encierro estratégico contra el río Parapetí.

El comienzo de la segunda etapa de la ofensiva boliviana coincidió con la sorpresiva aparición de la 8.ª División y el Destacamento Duarte Sosa paraguayos en la zona de Cambeití. Estas fuerzas enfrentaron activamente y con gran riesgo a la DI-7 y DC-1 pero fueron rodeadas en Cambeití por la enorme superioridad de las unidades bolivianas. Durante cuatro días, del 23 al 27 de abril, la expectativa sobre los resultados de esta maniobra paralizó la atención del ejército, gobierno y pueblo bolivianos. Nuevamente y casi como un calco de los estereotipados cercos realizados por el comando boliviano en el pasado, la unidad paraguaya, aprovechando su capacidad de movimiento y reagrupamiento, rompió las líneas en el lugar menos esperado, es decir donde las fuerzas bolivianas eran más fuertes, aprovechando las fisuras que estas creaban al abandonar posiciones mejor enlazadas para ir apretando progresivamente el anillo.27 Atravesando el laberinto de la serranía en Cambeití, la DI-8 y el Destacamento Duarte Sosa se retiraron hacia el Parapetí demostrando la creciente adaptación que iban logrando las fuerzas paraguayas a las nuevas condiciones del teatro de operaciones. Resultó imcomprensible para todos el fracaso del cerco boliviano.

Al este de Charagua, el CE-2 boliviano, con sus 9 regimientos, libró fuertes combates contra la 2.ª División paraguaya al mando del coronel Caballero Irala que con sus 3 regimientos y el Destacamento González retrocedían lentamente hacia el Parapetí ofreciendo fuerte resistencia. Desde el 21 de abril, Carandayty Mosa cambió de manos varias veces. Con gran esfuerzo, bajas y sacrificio, las fuerzas del coronel Anze alcanzaron finalmente el margen occidental del Parapetí el 28 de abril (entre San Antonio e Ibarendá) obligando a la División paraguaya a cruzar al otro lado del río.

El alto mando boliviano se apartó del plan estratégico previsto cuando consideró que la 7.ª División (5 regimientos que totalizaban 5500 hombres), al mando del coronel Demetrio Ramos, tenía el poder suficiente para perseguir a la 8.ª División paraguaya en retirada y ocupar la orilla oriental del río Parapetí con dirección a Santa Fe. La 1.ª División de Caballería, que según el plan debía acompañarla en esta importante maniobra, fue destinada a proteger el ala norte de la 3.ª División, a la altura de quebrada de Cuevo. Esto debilitó el centro de gravedad de las operaciones sobre el Parapetí. El coronel Ramos avanzó en dos columnas con sus tropas agotadas por tantos días de marchas, contramarchas y combates hacia Casa Alta pero una de ellas quedó paralizada al chocar con el Destacamento paraguayo «González» que venía de Charagua y había cruzado el Parapeti y que ahora maniobraba hacia el sur. Este encuentro sorpresivo hizo que su comandante, el capitán Antonio E. González, se escalonara en profundidad logrando, con sus escasas fuerzas, detener a la División boliviana desde el 29 de abril al 5 de mayo, esquivando cercos y combatiendo activamente lo que permitió que las fuerzas paraguayas mejoraran sus defensas en la zona y reorganizaran la disposición de sus unidades. Las fuerzas bolivianas ocuparon nuevamente Santa Fe y lograron, tras fuertes combates, ocupar Ibarendá, a 9 km al este, pero no pudieron seguir avanzando por la fuerte resistencia que el coronel Garay opuso desde posiciones favorables en la zona de Huirapitindí. El control paraguayo de este cruce de caminos creó así un peligroso punto de partida para recuperar Santa Fe que ya estaba en los planes del coronel Franco cuando se produjo el armisticio. Del agotado CE-2 boliviano, que sufrió casi 1000 bajas en esta ofensiva, se sacaron 9 regimientos hacia el sector central para equilibrar allí las operaciones que se realizaban en esa zona quedando reducido a un mínimo. Así, sin poder completar la segunda etapa, terminó la ofensiva boliviana tras 40 días de permanentes combates.

El 16 de mayo de 1935, «el ejército paraguayo respondió con un golpe en el plexo solar del dispositivo boliviano en Mandeyapecuá Ese día, el Grupo Arteaga, del regimiento RC-6 «Castrillo», fue sorprendido y arrollado. Ni las patrullas ni la aviación detectaron la aproximación de 3 regimientos paraguayos de la 6.ª División. A mediodía, las fuerzas del coronel Franco ocuparon Mandeyapecuá. En los días sucesivos, los regimientos Lanza, Castrillo, Campero y Loa intentaron aislar por cuatro lados el bolsón creado por la penetración paraguaya pero la 6.ª División reaccionó atacando hacia el oeste y reagrupando sus fuerzas para romper el cerco. Ante esta enérgica maniobra paraguaya las fuerzas bolivianas retrocedieron rectificando sus posiciones hacia una nueva línea defensiva. El día 22 de mayo, el regimiento paraguayo «Valois Rivarola», en un audáz avance, intentó a su vez cercar al RC-5 «Lanza», RC-7 «Chichas» y un batallón del RI-5 «Campero» cortando a sus espaldas el camino Mandeyuapecuá-Yohay pero estos regimientos abandonaron rápidamente sus nuevas posiciones y, haciendo un rodeo, lograron escapar hacia Yohay.

 LA RUTA DIPLOMÁTICA Y LA FIRMA DE LA PAZ

Al comenzar la guerra Bolivia fue vista internacionalmente como el país agresor y como la nación más poderosa de las dos, por esa percepción Paraguay logro simpatía para su causa. En 1933 una comisión de neutrales pidió el retroceso de Bolivia hasta Ballivián. En la conferencia de paz de diciembre de 1933 se logró un armisticio de algo más de un mes. En 1934 los representantes bolivianos David Alvestegui, Alberto Ostria, Enrique Finot y Casto Rojas lograron notables éxitos diplomáticos hasta invertir la figura. Paraguay apareció como nación agresora y Bolivia logró la ratificación del libre tránsito de sus productos por las naciones vecinas, salvo claro, Argentina. Se levantó el embargo de armas contra Bolivia y se lo mantuvo contra Paraguay que se retiró de la Liga de las Naciones.  En junio de 1935, bajo la presión del canciller argentino Carlos Saavedra Lamas que estaba claramente a favor de Paraguay, se intensificaron las negociaciones de paz. El 12 de junio de 1935 se firmó el protocolo de paz entre los cancilleres Tomás Elío de Bolivia y Luis Riart de Paraguay. El 14 de junio a las 12 del mediodía terminó la guerra. Entre 1935 y 1938 se realizaron ardua: negociaciones para definir los nuevos límites, devolver prisioneros y lograr una salida soberanía de Bolivia al río Paraguay (que finalmente se le negó). El 21 de Julio de 1938 se firmó en Buenos Aires el tratado de paz, amistad y límites definitivo entre Bolivia y Paraguay, lo suscribieron Eduardo Diez de Medina y Enrique Finot por Bolivia y Cecilio Baez y José Félix Estigarribia por el Paraguay.

La guerra dejó un saldo terrible. Bolivia movilizó tres ejércitos con un total de 200.000 hombres, con un saldo de 50.000 muertos y 20.000 prisioneros. El costo de la guerra fue de 228 millones de dólares, financiados por el banco Central y algunos préstamos de empresarios mineros ya que tenía su crédito internacional suspendido. La consecuencia fue el inicio de un proceso inflacionario. Paraguay movilizó 150.000 soldados, con un saldo de 10.000 muertos y 2.500 prisioneros. El costo de la guerra fue para ese país de 128 millones de dólares.

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Los muertos de la guerra entre Bolivia y Paraguay

Fuentes:

Archivo Histórico. Banco Central de Bolivia. La Paz. 1998

Masamaclay. Querejazu Calvo La Paz. 1975

Historia Militar de Bolivia. Arguedas Diaz Juloi. LA Paz. 1969

La Guerra del Chaco. Machicao Porfidio. La Paz. 1966