Noticias El Periódico Tarija

 

En tiempos en los que algunos de los que más tienen ostentan lo que les sobra sin consideración y en los que quienes poco tienen lo estiran para que alcance para todos de modo que se simule despreocupación aunque cuando son muchas las bocas que alimentar es difícil esconder la angustia que se vuelve nudo en la garganta.

Las calles llenas de gentes que venden y compran, que vienen y van, a veces sin mirar lo que sucede al lado o por detrás. Dinámica que nos lleva a enclaustrarnos en nuestros propios intereses y solo para quienes nos interesan. Hay un mundo caminando a nuestro lado que no vemos, no sentimos, una realidad dura que golpea con fuerza pero a la que somos cada vez más inmunes. Niños que son iguales a otros niños, que tienen la misma ternura, ingenuidad, pureza que otros pequeños. Menores que de repente son empujados a madurar porque la calle se convierte en su hogar, hostil, fría, desprotegida, expuesta…en muchos casos se dedican a trabajar cuando deberían estar estudiando pero es que no pueden elegir, no les queda otra si quieren vivir, esa lucha diaria los conduce al maltrato, la delincuencia, el alcohol, la droga. Niños que deben apurarse a vivir porque la vida no tiene lugar para ellos y los necesita adultos, a la fuerza, a porrazo, a costa de sufrimiento y soledad. Ellos trabajan de cargadores, lustrabotas, canillitas, limpiando parabrisas, etc.…aprenden a ganarse el pan nuestro cuando alguien se los debería estar dando, muchos escapan de esa realidad ingresando a un mundo de fantasía y felicidad efímera, por lo menos durante algunas horas se vuelven inmunes a los flagelos de la soledad.

Transcurre el día y se las arreglan para superarlo, cuando la noche cae se acaba el trabajo, la distracción por tener algo que hacer y deben buscar donde dormir, no hay camas blandas y abrigadas, no hay paredes que protejan, no hay techo que cobije…la noche cae como una nueva y cada vez más peligrosa aventura en la que los más débiles pueden perder. La ley del más fuerte, la ley de la selva, reina por ahí…porque hay una ciudad de día y otra de noche y ambas son igual de crueles con estos pequeños que se atrevieron a vivir a pesar de la adversidad que los recibió al llegar a este mundo. Un cajero automático, un rincón escondido, la lona de un kiosco son suficientes para poder dormir sabiendo que al día siguiente comienza una nueva historia.

Esa realidad está grabada aquí mismo, donde vivimos, pasa frente a nosotros en todo momento, tal vez la pisamos y no lo notamos, nuestra rutina nos ha vuelto indolentes, insensibles….y ellos nos miran como si fuéramos una esperanza que cambie sus vidas pero el desencanto los aplasta porque nuestra frialdad congela sus ilusiones.