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Marcelo Arequipa Azurduy

(Es politólogo y docente universitario)

Es moneda común en política entender que no existen ni verdades ni mentiras, sino medias verdades. Esta distinción debería servirnos para diferenciar argumentos oficialistas y opositores en nuestra actual coyuntura política.

Sin embargo, parece ser que nos enfrentamos a una trifulca más compleja que eso porque hoy día nuestra cosa pública se encuentra invadida por valores y argumentos en los que predominan los sentimientos y la pasión por encima de la búsqueda de respuestas objetivas.

Parte de la teoría de las organizaciones políticas sugiere que existen tres aspectos por los que los partidos trabajan para aglutinar militancia y votantes: ideología, identidad y finalmente intereses.

Sin embargo, dado el creciente y coyuntural descrédito a todo lo que esté relacionado con la clase política en particular y la política en general la mayor parte de las personas y los grupos sociales se decantan cada vez más en el tema de los intereses, dejando aparcado a los otros dos aspectos mencionados antes.

Es en ese marco en el que se combinan intereses con emociones que produce el actual cóctel de respuestas ciudadanas más inclinadas hacia lo autoritario porque todo lo que circula en la red y que es aquello que comparto sirve para reforzar mi particular posición de lo que creo es democrático, no hay quien haga de correa de transmisión y a quien le creamos con la suficiente legitimidad para abrogarse como voz autorizada.

Muy poco o casi nada hacen las oposiciones políticas sobre esto, porque siguen esperando en el banquillo de los suplentes el momento en que el titular del poder se quiebre la rodilla por completo dejando que perdamos el partido para luego salir a decir en público que ellos sabían lo que ocurriría y por tanto ahora les toca ser titulares, como si el poder fuera un derecho concebido y natural para ellos.

Finalmente, ya que el gobierno nos sigue imponiendo la agenda de temas en el que ahora entra la discusión de quién tomará el poder en el 2020, antes que fijarnos si la señora entrevistada de la cárcel de Miraflores está más o menos teñida, lo ciudadano y las oposiciones deberían estar debatiendo la transición política pos-masismo.

Desafortunadamente mientras sigan las emociones y el creerse heredero del derecho al poder cada vez más nos alejamos de ser una sociedad que debate en torno a la búsqueda de la verdad bajo criterios objetivos en los que el sentido de lo colectivo vaya un poquito más allá del interés de gremio.