Noticias El Periódico Tarija

 

Max Murillo Mendoza

Cuando México fue humillado por Estado Unidos, hace muy poco, no hubo reacciones de apoyo en América Latina hacia los mexicanos, sino tibios y tímidos documentos en favor de los migrantes. Realidad contundente de la profunda división de los países al sur del río Bravo, donde todos buscan su sobrevivencia aun pisando a los vecinos. El mercado interno norteamericano es el más apetecido del mundo, por su enorme posibilidad de tragar productos e insumos por miles de millones de dólares, por lo que todos los países llamados latinos desde siempre se pelean para lograr alguna aceptación de aquel poderoso mercado. De hecho los EUA siempre manejaron ese chantaje, para imponer sus condiciones geopolíticas a cambio de firmas comerciales y tratados comerciales con los países latinos. Bolivia rompió ese tratado bilateral, y el efecto hacia los trabajadores y empresas que vivían de ese mercado fue catastrófico. Ningún otro mercado funcionó como reemplazo al norteamericano. Aproximadamente 150 millones de dólares, por año, se perdieron en esos negocios, dineros enormes cuando se trata de un pequeño país como Bolivia.

Los accesos a los mercados globales son muy difíciles, por las condiciones de calidad y cantidad. Muy pocos países latinos tienen esas capacidades productivas y competitivas a la vez, para lograr acuerdos comerciales internacionales. Sabemos también de las trampas de los países ricos, que subvencionan desde sus Estados a varios productos y son entonces mucho más competitivos frente a los nuestros. Bolivia sólo puede aspirar a vender sus productos extractivos, como los minerales, el petróleo, gas y soya. Todo lo demás como tecnología, u otras industrias están hasta ahora cerrados. Nunca fuimos un país industrial, y al parecer nunca lo seremos. La locura de entrar a ese club selecto, significaría destruir lo poco que nos queda en la naturaleza. Y para la alta tecnología lamentablemente nuestros procesos educativos son demasiado bajos.

Hoy pasados los momentos de oro de nuestros precios internacionales, empezamos a ver otra vez en nuestras calles mendicidad, desempleo, y engrosamiento del comercio informal. Las condiciones son difíciles, porque los impuestos son desorbitantes como injustos a nombre de necesidades como educación y salud, que tampoco han mejorado en nada sino en construcciones por doquier. Las alternativas como la quinua y otros productos, acaban de morir por inanición: la absoluta inexistencia de políticas de Estado para apoyo a emprendimientos y generación de empresas. Desde siempre la creatividad de artesanos y pequeños empresarios, han sido asesinados desde el Estado republicano por sus procesos de corrupción y lentitud perversa del vuélvase mañana, que dura en Bolivia muchos meses o años.

Los intentos del Mercosur siguen siendo promesas, más allá de las ventajas para los países fuertes como el Brasil, este mercado es también muy exigente. Ni siquiera a este mercado tenemos acceso para soñar con nuestros productos. Los demás intentos siguen en mesa, hasta que los presidentes algún día sean más prácticos y menos ideologizados entre las tontas y decimonónicas derecha e izquierda, que destruyen toda posibilidad de creación de mercados regionales, donde nuestros países puedan compartir experiencias, ensayos y propuestas de sus pueblos. Las profundas divisiones de nuestros países no son actuales, las modas ideológicas devienen desde mucho antes: la guerra fría, el derrumbe del muro de Berlín y la imposición ciega del neoliberalismo. Y antes las desestructuradas oligarquías, que se quedaron a la salida del impero español,  se pelearon para hacer regiones o haciendas a imagen y semejanza suya. Una sumatoria de factores que no hemos resuelto, sino esperando magia o funcionamiento al azar.

Los mercados globales ya tienen dueños y patrones. Son los países centrales y poderosos, que coinciden con los títulos de democracias liberales. Ellos son los que ponen las condiciones, las normas y las leyes. Pero aun así tenemos que negociar desde nuestros rincones, porque la sobrevivencia no tiene ideologías sino necesidades. Los chinos pueden chillar todo su comunismo que quieran; al final aceptan al mercado global para vender sus productos. El retraso desde el tercer mundo sólo condena a los más pobres, a quiénes precisamente no hacen política o bulla sindical, sino sobreviven el día a día. Millones de latinos tienen que migrar ante la ausencia de posibilidades, de esperanzas y sueños por estos lados. Mientras sus líderes comen bien y hacen política a nombre de ellos, pues millones de latinos, campesinos y clases medias, tienen que empacar las maletas para buscar algo de esperanza en otros lugares del mundo.

Sí, la ausencia de políticas de Estado para la generación de empresas, de negocios, de riqueza en definitiva, afecta directamente a nuestras sociedades. La educación tampoco toca este aspecto, sino muy excepcionalmente con experiencias puntuales; pero no como sistema y estructura educativa. Todo es a lo latino: azar, magia, suerte. Nada de planificación, de diseño, de proyectos consensuados entre lo privado y lo estatal. En Bolivia todo ese azar desemboca en la informalidad, en el contrabando y en la corrupción generalizada. Lo trágico es que las generaciones jóvenes maman esas lógicas perversas y turbias de generación de riqueza.

No tenemos más alternativas que seguir los pasos de muchos países ejemplos, que se pusieron las pilas más allá de los teatros ideológicos, para generar riqueza y algo de dignidad a sus pueblos. Pues seguimos esperando novedades, y son demasiados siglos de espera.

La Paz, 18 de febrero de 2017.