Noticias El Periódico Tarija

Cuando todavía funcionaba la antigua terminal de buses de la ciudad de Tarija, las calles de atrás, es decir, las que daban hacia el río Guadalquivir, se convirtieron en un infierno porque las diferentes empresas alquilaron los ambientes que pudieron para instalar oficinas de carga y otras, además de que por esa zona las calles son muy estrechas imagínese lo que pasaba con semejantes vehículos transitando y maniobrando por ahí… caos total. Así vivimos durante décadas, acostumbrándonos al desorden y a la improvisación, hasta los vecinos del lugar parecían ya cansados de quejarse sin resultados y tuvieron que someterse a tal pesadilla.

Desde hace unos meses entró en funcionamiento la nueva terminal, infraestructura moderna que según quisiéramos pensar, fue diseñada cuidando hasta el último detalle, hoy se escuchan muchos reclamos por supuestas falencias y carencias. Este hecho sirvió para desalojar la vieja edificación y por tanto, liberar el área de la tortuosa presencia de ómnibuses, motorizados y gentes. De hecho que para haber construido una terminal vanguardista con muchos millones de bolivianos, se debería entender que todas las empresas se mudaron porque tenían un lugar reservado para ocupar y además sobrarían espacios en caso de que surgieran otras dispuestas a prestar sus servicios. Lo que no se entiende es porqué en diferentes lugares de la ciudad se ven buses enormes cargando equipaje, bajando o llevando pasajeros, con los riesgos que significa hacerlo de manera tan precaria, utilizando calles y avenidas para trabajar, más allá del congestionamiento que ocasionan cuando se estacionan durante largas horas, por supuesto que la pregunta simple es…¿por qué?

Lo extraño de lo expuesto es que la alcaldía no hace nada para evitarlo a pesar de que sucede en sus propias narices, es decir, en el municipio saben lo que esta pasando y reina la inercia, es parte del desorden que impera en la ciudad y al que contribuye la actitud negligente de autoridades ediles que parecen tener pereza para tomar decisiones y actuar en beneficio de todos. Vivimos en una ciudad de terminales clandestinas con la mayor naturalidad, donde es común que de repente se detenga una «flota» y al mejor estilo de un micro comience a dejar pasajeros y bultos o permita que suban para partir hacia el destino trazado. Lo realmente serio es que el municipio no ejerza acciones concretas y con resultados, tal vez producto de la indecisión o de la incapacidad o del letargo que también los consume. Si queremos realmente ser una «capital», si queremos dar el salto de pueblo a ciudad, necesitamos de un alcalde y un concejo, fuerte, firme, decidido, contundente y apegado a la ley, capaz de hacerla cumplir a quienes la violan. De no ser así, seguiremos igual, improvisando, discurseando y paseando pero con seguridad, sin construir futuro, certidumbre y esperanza.