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Nayú Alé de Leyton

Estamos demasiado acostumbrados a buscar las esperanzas y la dicha fuera de nosotros, a centrar nuestras ilusiones en el materialismo y en la alegría efímera que este nos puede dar y nos encadenamos a los ídolos que nos quitan la paz, porque ponemos nuestra vida al servicio de estos ídolos que terminan matando nuestra conciencia, puesto que por buscarlos hemos ido sufriendo demasiados atentados en contra de nuestra conciencia; quedando muchas veces extenuada sin valor para determinar o distinguir el bien del mal, a menudo somos víctimas de la manipulación interior y exterior.

Le hemos puesto precio a todo y el ambiente que nos rodea nos lleva a la tentación de olvidarnos de nuestros principios, de nuestros valores para lograr aquello que reluce como el oro de la felicidad pero que no es oro sino barro y esto nos impide lograr la esperanza de comenzar de nuevo si es que equivocamos el camino, de hablar un lenguaje nuevo, hecho con gestos de la vida donde el amor no puede confundirse con la opresión, ni la libertad con el orden, ni la paz con la resignación, ni el trabajo con la esclavitud, ni la democracia con un partido político, ni el cristianismo con una religión, ni el hombre con la ganancia ni Dios con los ídolos.

Cada vez que un hombre renuncia por sí mismo o se ve obligado por otros a renunciar a su creatividad y a su libertad se inflige un duro golpe a la creatividad y a la esperanza. Todo hombre es creador y tiene derecho a desarrollar su fuerza creadora, todo hombre es libre y tiene derecho a elegir.

Dios nos creó libres porque al hombre se le puede quitar todo pero seguirá siendo hombre si le queda el derecho a la libertad. La libertad sobre todo de buscar a Dios y buscándolo podrá encontrar el verdadero camino hacia la felicidad que no es otra cosa que encontrar la paz en el alma que es a su vez la armonía entre la creación y el  hombre, porque allí donde vive la paz vive Dios, porque Él es la paz.

La paz conduce a la fe, aunque el mundo esté sumergido en la maldad. La Paz conduce a la esperanza, aunque la oscuridad de la injusticia y de la corrupción opaquen la luz de la verdad, el hombre seguirá vislumbrando el resplandor del sol del amor.

La paz conduce a la caridad porque sintiendo la amorosa presencia de Dios en su vida, el hombre atenderá sus manos hacia su prójimo sufriente para compartir su pan, su calor y su amor.

Sean estos sencillos mensajes un impulso para ayudarles a seguir tras las huellas de Jesús.