Max Murillo Mendoza
La civilización occidental ha sido sin duda alguna el bastión de la historia en lo que respecta a la modernidad. Porque impuso su propia lógica y manera de ver el mundo, en demasiados casos a sangre y fuego. Guerras por ideologías, por religiones, por intereses económicos e incluso por odios pasajeros, fueron la tónica para resolver sus diferencias. Y desde siempre inventaron muros mentales: racismo, pigmentocracia, complejo de superioridad y otros inventos mentales más, para justificar guerras e imposiciones de su cultura, de su cosmovisión y su particular manera de ver el mundo.
Con esas miradas guerreras y bárbaras, occidente recorre el mundo en la historia de la colonización. Con esas miradas culturales guerreras destruyen África, América y Asia. Incluso entre ellos mismos durante las guerras mundiales y en sus divisiones tontas de capitalistas y comunistas. Con esas miradas destruyen el mundo con sus imperialismos. España, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, a su turno sembraron de dolor y destrucción por donde conquistaron imperialmente. La civilización occidental no ha cambiado en nada mentalmente desde las cavernas bárbaras. Los palos y piedras han sido reemplazados mentalmente por las bombas atómicas. Todo lo que ven frente a ellos es enemigo y deben destruirlo. La civilización occidental no entiende de convivencia pacífica, en realidad nunca han descubierto la noción de convivencia pacífica.
Por estos territorios del sur, colonizados e imperializados, sus herederos e hijos putativos como son las clases altas, quienes manejan los remedos de Estados reflejan a pie puntillas todos los muros mentales importados desde occidente. En Bolivia el mismo Estado, antes más que ahora, es en sí mismo un muro mental en contra de sus propios habitantes: maltrata, jode al ciudadano, corrompe, roba, destruye a todo lo que se oponga. Y pues son las mismas lógicas binarias occidentales del blanco y negro, enemigo – amigo, creyente – no creyente, izquierda – derecha. Muros que impiden un básico convivir, muros que destruyen toda posibilidad de otras lógicas culturales y no precisamente binarias.
Pues sí, los muros de los que se habla hoy día realmente no son ninguna novedad. Que los comunistas hayan hecho su muro de Berlín, sólo repetían sus propias fórmulas anti humanas y justificadas desde el poder. Hoy ese estúpido migrante escocés de Trump también lo plantea como novedad. Los judíos que se dicen la representación divina del mismísimo dios, hacen también lo suyo jodiendo a los palestinos. Como todos los ricos del tercer mundo: viven encerrados en sus propios muros físicos y mentales. Son los mejores alumnos como discípulos de ese occidente guerrero y pigmentocrático.
Ninguna novedad bajo el sol, cuando se trata de repetir historias y lógicas totalitarias que devienen desde tiempos inmemoriales. Cuentos viejos y conocidos por estos lados del mundo, que convivimos desde siempre con esos mismos muros mentales. Desde nuestros llamados Estados, que son remedos anti modernos y pésimas copias de los Estados europeos, hasta lo cotidiano de nuestras calles, de nuestras convivencias violentas, sangrientas, anti humanas y absolutamente llenas de muros mentales, para jodernos a más no poder entre nosotros mismos, y pisotearnos y destruirnos casi placenteramente. Pues sí, eso de los muros en nuestras historias no es ninguna novedad.
A pesar de los cambios y nuevas perspectivas de estos últimos tiempos: cibernética, robótica, física cuántica y cuarta revolución industrial, las mentalidades de largo aliento de la civilización occidental no han cambiado. Son tan sangrientos y guerreros como hace miles de años. En sus visiones culturales todos somos enemigos, o extraños, o desconocidos y de por sí dispuestos a ser esclavizados. La civilización occidental vive desde siempre encerrado en sus propios muros. No necesitan hacer muros físicos, ya los tienen y son más poderosos: los mentales. Por eso se llaman a sí mismos el primer mundo, porque se consideran los primeros y tienen el derecho de vivir encerrados y distantes de los demás. Entonces que Trump quiera hacerlo explícito, no tiene ninguna novedad.
Occidente tampoco aprende de la historia, de su propio invento que es la historia. Los bárbaros desde siempre no han respetado ningún muro, porque el hambre, la miseria, la soberbia y la imposición cultural nunca han sido sostenibles. Todos los imperios tuvieron que recular ante las invasiones de la periferia, de los bárbaros que buscan también vivir bien como los conquistadores. Para eso invaden, son terroristas, o valientes combatientes, guerrilleros e incluso capos en informática. Todo es posible cuando se trata de romper muros mentales e imperiales coloniales. Las Torres gemelas, a pesar de los inocentes muertos, fueron solo un ejemplo.
Entonces Trump que no se equivoque. Su muro mental y después físico de nada servirá, quizás un momento; pero las periferias son más creativas frente a la muerte y frente a la soberbia imperial, desde siempre, desde tiempos inmemoriales.
La Paz, 1 de febrero de 2017.