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Arturo Yáñez Cortes

Una publicación en mi muro del FB sobre la “Doctoritis” que padecen varios colegas abogad@s, ha levantado roncha. Resumiendo, decía que un Abogado no es Doctor y que ningún profesional es Doctor, a menos que obtenga un Doctorado. Más de un millar la compartieron, supongo mostrando su acuerdo, pues así, sencilla y llanamente lo acredita nuestro Diploma Académico: somos Licenciados en Derecho (NO Doctores, que es muy diferente). Muy poc@s, luego de mucho esfuerzo, estudio e investigación (sangre, sudor y lágrimas me decían en Valencia) lograron el grado del Doctorado y, merecen por tanto usar ese título, los demás (me incluyo, por si acaso) aunque les duela a much@s, somos Licenciados en Derecho. Ni más ni menos.

Lo divertido fue los comentarios de quienes, presumo, le meten no más ese grado académico sin serlo o defienden que así sea. Por un lado están quienes indican que el Doctorado no hace mejores ni peores personas o profesionales. Estoy de acuerdo con ellos, pero cabría diferenciar que nos estamos refiriendo a un grado académico: “reconocimiento de la formación educativa o profesional que una persona posee tras realizar los estudios, exámenes y pruebas pertinentes” dice el más elemental de los mataburros, por lo que si son buenos ñatos o no, es otra categoría.

Otr@s, recurrieron para justificar ese embuste, que lo autorizarían los “usos y costumbres”, es decir, seríamos doctores, porque de manera reiterada (nos) dicen así. Me acordé de una audiencia a la que acudí fuera de Sucre, en la que a coro, la juez, el fiscal y el abogado de parte contraria, me amenazaron “procesarme ante el Ministerio de Justicia”, porque les recordé que indebidamente todos usaban ese grado, sin tenerlo; decían –recuerdo con una carcajada- que estaba “atentando contra el foro profesional” de ese distrito. Es que, los usos y costumbres por muy reiterados, populares y hasta pretenciosos que sean, no otorgan ni por aproximación un grado académico que, reitero, requiere estudio, dedicación (por varios años) y hasta, una importante inversión económica.

Otros colegas pretendieron justificar ese uso indebido, recurriendo a la experiencia y la práctica. Por cierto que ambas le sientan muy bien al desempeño de cualquier profesión, pero también no sólo están muy lejos sino es imposible, que sean idóneas para logar un grado que es el más alto dentro de la academia (aunque, mala noticia, hoy ya existen post doctorados).

Alguno que otro, sostuvo que ese codiciado título sólo acredita conocimiento teórico y nada más. Por cierto que esos estudios parten de la teoría –doctrina, en derecho- que es la luz que alumbra nuestra ciencia, para combinarlos con la práctica. Ambos son la combinación ideal en toda actividad profesional, y precisamente ese grado acredita tal suficiencia. Es más, no debe existir rama del conocimiento humano que se agote sólo en la teoría o la práctica, pues están por naturaleza unidas y brillarán según la actividad que se trate: unos serán docentes y otros litigarán y en esa medida, unos y otros saberes se complementan, sin ser compartimientos estancos.

A vista de lo ocurrido, creo que como ocurre frecuentemente, especialmente con altos cargos del sistema de justicia, muchos colegas abogad@s y varias autoridades políticas que son Licenciados en Derecho pero firman como Doctores, usan tarjetas como tales y se presentan como si lo fueran, sin ser ni merecer, es una monumental impostura que agrava aún más, la pésima imagen que nuestra hermosa profesión hoy padece, precisamente entre otros, por comportamientos como ese. ¿Pensaría usted bien de un alto magistrado por ejemplo, que usa en su sello oficial y firma como tal –Doctor- sin serlo? ¿Confiaría en el para administrar justicia, si ni siquiera es capaz de asumirse como lo que es, según su título académico? No se trata entonces ni de usos y costumbres, errores inocentes, travesuras o algo parecido, se trata de proceder con un mínimo de honestidad con uno mismo, con lo que realmente es. ¿Será por eso que Mark TWAIN decía que: “La honestidad es la mejor de todas las artes perdidas”?