Camilo Katari
“Eran… ya no son más”. Ése es el título de una nota que escribió el ex viceministro de Tuto Quiroga y que hoy, después de su extravío ideológico, forma parte de una agrupación política junto a ultraderechistas como Diego Ayo e Illya Fortún. Fue militante, otrora, como pupilo de Filemón Escóbar y formado con Jesuitas en el Colegio Juan XXIII.
La dramática desesperación que ha hecho presa a los políticos desplazados del escenario político nacional, como el ‘Negro’ Arias, diariamente inunda las redes sociales. Se han tomado en serio las opiniones acerca de la influencia que tiene este fenómeno de la comunicación, claro que bien utilizado tiene efectos, pero cuando solamente es una serie de insultos y falsas ‘noticias’ y/o fotografías, tiene como resultado la afirmación del sentimiento colonial y racista de los variados militantes que tienen las organizaciones políticas cuasi-fascistas.
Tenemos pena de los intelectuales que sostienen con un discurso descolorido a estos políticos que ya no tienen lugar en el nuevo escenario político abierto, como conquista social, desde el año 2006.
Los procesos políticos, cuando son verdaderamente genuinos, forman parte de la historia, como la rebelión del 52 o el Decreto 21060, que impuso el neoliberalismo como política de Estado, los que hoy fungen de “líderes” de las corrientes políticas neoliberales no han hecho más que seguir con el viejo discurso neoliberal de los años 80, en ese sentido no tienen nada de original, novedoso o por lo menos interesante que proponer al país.
Lo que tenemos hoy aparte de la oposición mediática es la delirante pluma de exfuncionarios de la troupe neoliberal, que conjugaba cargos en el Gobierno con las consultorías de la cooperación internacional, ambos, por supuesto, con el mismo objetivo.
Estos agoreros del fracaso eran los que se paseaban por los locales de moda haciendo gala de su capacidad de influencia en los gobiernos… “Eran, ya no son más”, ése es el motivo principal de sus viscerales opiniones en pantallas, micrófonos y columnas escritas.
Eran… ya no son más, y no lo serán, recordaremos qué pasó con los intelectuales de la rosca minero-colonial, dueña absoluta del país durante casi un siglo y medio, se fueron a Europa coherentes con su manera de pensar y vivir, los desplazados de hoy no lo pueden hacer, pues donde vayan serán nada, aunque realicen el esfuerzo de escribir en revistas que se distribuyen gratuitamente y que sólo acomodan la realidad a sus intenciones y deseos. Eran los dueños del país, ya no son más.
Las restauraciones conocidas tuvieron liderazgos fuertes, con carácter, uno de ellos Napoleón. En nuestro país existen muchos Napoleones pero con los ojos extraviados, jamás podrán restaurar su viejo reinado, incluidas sus intenciones de cooptar indios para convertirlos en pongos políticos, porque saben que solos no pueden nada de nada.
Son otros tiempos, donde la miseria todavía persiste, donde existen pobres, y la libertad y el Vivir Bien todavía es un objetivo. Nos falta mucho para cambiar nuestra sociedad, faltan muchas batallas, una de ellas y muy importante contra la colonialidad que es el enemigo principal, que hoy condiciona el ejercicio del debate, divide a las organizaciones sociales y promociona el individualismo frente al destino común y comunitario.
La historia no es una línea horizontal que transcurre de acuerdo al tiempo, sino que tiene ciclos y frecuencias, rupturas, comienzos y transformaciones. Estamos en los momentos en que actores ancestrales emergen de las orillas, de lugares innombrables.
Están en primera fila, como siempre, pero esta vez para pelear por ellos mismos, ya no son los borregos de los patrones de Achacachi, hoy son autoridades, legisladores, militares, no ver esta realidad es porque la venda colonial ha cegado no solamente los ojos, sino que ha liquidado las neuronas.
Las plumas coloniales seguirán con su trabajo, tal vez alguno vuelva a su militancia católica y sea la fe quién reemplace a la poca razón y se recluya en un voto de silencio prudente como señal de humildad.
Pero ya sabemos, en el caso que toca, la humildad no es su fuerte, sino la soberbia.