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Max Murillo Mendoza

El expresidente Carlos de Mesa alaba a la sociedad occidental en un artículo del 15 de enero en varios medios de prensa (Crisis del Capitalismo), defensor a ultranza de la ideología del mestizaje, es también no por casualidad sacerdote defensor de occidente, no de ese occidente como cultura y aporte desde sus potencialidades como cualquier cultura. Es defensor de ese occidente colonial e imperial,  sus resultados ya fueron denunciados desde el siglo XIX, por los propios occidentales como Marx o Lenin, que detrás de esos “brillantes” resultados hay millones de cadáveres, de explotados, de familias destruidas por el saqueo y las inhumanas maneras de crear riqueza: el fin justifica los medios. Es defensor del sistema capitalista salvaje, que es el real y no la pinta de aquellos países ricos, que señala soñando de Mesa en vivir en uno de ellos, como postales navideños: cierto aparecen en los índices de desarrollo humano (IDH) como ejemplos mundiales. Sabemos bien que Carlos de Mesa es ciego sobre esos datos que proporciona, porque ni siquiera los vio cuando fue presidente de Bolivia, es uno de los personajes de la intelectualidad boliviana tradicional, enamorado por los encantos del poder; pero absolutamente ciegos para las otras historias que hay desde hace miles de años, en sus propias narices.

Al señor Carlos de Mesa le encantaría vivir en Suiza, o Dinamarca o Estados Unidos. Se le babea hablando de esos países, como son nomás estos señores llegados de allende los mares hace siglos, y toman a nuestros países como su hacienda o su lugar de enriquecimiento, ilícito o no. Sus corazones y su alma no están en estos territorios, por eso su ceguera profunda: histórica y antropológica, de no ver a nuestras historias sino como masas para la política o el consumismo. Entonces sus torpes comparaciones entre nuestras realidades y las realidades de países como los que señala en sus sueños. Personajes que habitan con dolor en estos territorios, pues no ven gringos desarrollados como desean en sus corazones, no ven gente hablando en inglés o danés de música clásica y de los altos valores de la filosofía occidental, en fin. Viven sólo pensando y calculando en qué momento toman el poder para enriquecerse, y luego partir a sus países más deseados y soñados.

Cierto es que las izquierdas nativas, que son copias mal hechas de las izquierdas occidentales, en sus ausencias intelectuales pues se la pasan la vida viendo fantasmas, creando mitomanías para ya ver caer y destruirse al capitalismo, como si eso fuera magia y deseo de chupa y guitarreada. Ahí por supuesto que el señor Carlos de Mesa tiene material para reírse y escribir en consecuencia, pues las izquierdas nativas son tan occidentales como sus compadres de derecha. Las diferencias son sólo de matices. Y esos deseos bíblicos de ver caer al capitalismo, para la llegada del apocalipsis y luego  la bendición de la revolución, son también religiones de izquierda, que probablemente ni ellos mismos se los creen.

Está bien eso de los datos objetivos y medibles, herencia neoliberal de las consultorías e investigaciones objetivas, que se han adueñado del espectro de nuestras instituciones. Ayudan en el funcionamiento de la maquinaria institucional; pero no son toda la realidad, sino sólo parte de ella. En nuestras realidades dichos instrumentos medibles son también peligrosos, porque sus enfoques no están construidos para medir nuestras realidades, son enfoques que vienen de aquellos países desarrollados y progresados. Por eso las conclusiones siempre recomiendan que debemos desarrollarnos y buscar a como dé lugar el progreso. De esto, sin embargo, felizmente ya existe  suficiente literatura en occidente.

El señor Carlos de Mesa nos sirve de ejemplo completo de lo que son las élites pensantes de este país. Sin identidad con este país, con sus imaginarios fuera de este país, con sus terribles mediocridades intelectuales, copiando todas las modas de occidente sin ningún filtro crítico y  al menos de lecturas creativas. T´ojpas que sólo quieren el poder para agrandar la hacienda, o los negocios familiares y personales. Ajenos a los acontecimientos de la Bolivia profunda, racistas y pigmentocráticos culturales y económicos, sin proyectos de clase, Estado y Nación, sin perspectivas de país, sin perspectivas de interculturalidad. Pero dueños de todo lamentablemente.

No hemos tenido suerte, si se puede decir, de contar con élites liberales y democráticas en el buen sentido de los términos. Que hubieran sido aportes de occidente muy interesantes, para unas realidades que han sido desestructuradas y destruidas como prácticas sistemáticas desde el poder. Aquellos insumos como la crítica, el pensamiento libre, la creatividad de las ideas y el máximo respeto por las ideas distintas, no están en el vocabulario de las élites “bolivianas”. Por tanto viven condenando a nuestras realidades, de no ser como ellos sueñan que sea: copias de occidente. Su esmero de vernos destruidos y hechos mestizos son cotidianos desde todas las instituciones, porque son ellos los que manejan todas las instituciones del Estado o privadas.

No me opongo a occidente, no reconocer sus enormes aportes científicos, culturales, filosóficos e incluso económicos, sería repetir lo totalitario y dogmático desde nuestras realidades. Me opongo a la repetición trágica de nuestra historia, a la repetición de errores como enfermedades mentales desde hace siglos, sobre todo desde las prácticas del poder que siguen sin ver lo que somos, lo que nuestras naciones tienen de riqueza y diversidad  mental, social, económica y científica. Me opongo a la costumbre del discurso como el del señor de Mesa, me opongo a la ausencia total de prácticas para cambiar nuestras realidades.

La Paz, 19 de enero de 2017.