Nayú Alé de Leyton
La felicidad es algo que todos anhelamos, algo que deseamos que nunca desapareciera de nuestras vidas y fuera parte constante de nuestra existencia, algo que en ocasiones sentimos muy cerca y en otras sentimos que se nos va de las manos.
La felicidad no se da por sí sola, por supuesto hay determinadas circunstancias o hechos que favorecen o se prestan para traernos felicidad. En términos generales, a la felicidad hay que buscarla, hay que luchar para alcanzarla, hay que valorarla.
La felicidad puede iniciarse en el núcleo más elemental de la sociedad, en la familia.
¿Cómo lograr la felicidad en el hogar?. Partamos de la definición que da el diccionario de la Real Academia Española a la palabra “hogar”: “Vida en familia”.
Hay quienes confunden el hogar con un conjunto de habitaciones delimitadas por muros, para dar albergue a sus habitantes. El hogar no es eso.
La casa se construye con ladrillos y cemento, el hogar se va haciendo y fortaleciendo a través de la convivencia familiar.
La felicidad en el hogar, no se va encontrar llevando a cabo fiestas todos los fines de semana o decorando la casa suntuosamente. Estos elementos pueden ayudar a hacer acogedora la casa, pero la sensación de hogar únicamente la pueden delinear el amor, la comunicación y la convivencia entre los miembros. Todos los miembros de una familia deben esforzarse para lograr la armonía y lograr una convivencia familiar rica en amor, lo que significa compresión, respeto y unión, para poder respirar un ambiente de paz.
Muchas veces es difícil lograr la armonía en el hogar, porque entre los integrantes de una familia existen diferencias de carácter, de intereses, de ideales, etc., ningún ser humano es igual a otro, cada persona en su mundo interior es diferente de otra, cada persona es un misterio; pero si cada uno respeta al otro, este respeto será la base para una convivencia pacífica.
El respeto en el hogar es esencial, el mismo respeto que merece el padre de familia, lo merece la madre, los hijos y cualquier otra persona que integre la familia.
Los hijos deben respetar a sus padres, partiendo de que son los seres que más los aman y su existencia es una continua lucha para darles formación, educación, mantenerlos y prepararles para la vida, es una donación constante y un esfuerzo cotidiano para brindarles felicidad; ellos a su vez deben respetar a los hijos y preocuparse por ponerles el hombro ante sus problemas y aspiraciones, pues aunque a los padres no les parezcan importantes, pero para ellos sí son importantes.
Es necesario que exista comunicación, platicar juntos sobre experiencias, sucesos, inquietudes, necesidades, etc. Por eso es insano que cada uno se aísle, sobre todo con la televisión.
Es necesario que acudamos al Señor para que esté presente en nuestro hogar y para esto la oración en familia es una fuerza muy grande. Jesús dijo: “Donde estén reunidos dos o tres en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos” (Mt. 18,20).
Todos los miembros de la familia son importantes, cada uno tiene su lugar, su misión y su importancia, y cada uno tiene sus deberes y todos deben respetar sus derechos, así se irá tejiendo una bonita filigrana que se llama armonía.
Cada familia es un mundo, aunque el mundo también debería ser una gran familia.