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Pável Balderas Espinoza

Ya pasaron 6 años del hecho que hoy voy a narrar, en una época de conflictos laborales y personales muy sensibles que me hicieron aprender a pelear por mis derechos junto a mis entrañables compañeros de trabajo.

Una noche de navidad estando en casa después de tres días de la última de varias huelgas de  hambre y luego de ser arropado por el cariño de los míos y al no poder conciliar el sueño, salgo raudo al escuchar el chirrido de un coche que frena, alcanzo a ver una bolsa de basura que sale volando de una de las ventanillas, nuevamente alguien que viene hasta mi alejado barrio a botar sus inmundicias.

Salgo como autómata, y hago lo que siempre en estos casos, limpiar el desastre, antes de cumplir mi cometido, veo dos lucecitas salir del fondo de los desperdicios: son los ojos brillantes de un perrito que me mira asustado, está tan maltrecho y débil que no suelta quejido cuando lo tomo entre mis manos, “inhumanos”.

Al día siguiente lo llevo a la veterinaria, “toda la noche no soltó un quejido y sus enormes ojos brillantes no dejaron de mirarme” le comento a la amable doctora, “tiene no más de tres meses y está desnutrido y muy lastimado, no creo que se recupere” afirma la galena con un suspiro, “tiene que vivir”  le digo, recordando mis momentos de flaquezas en la huelga.

Desparasitado, con suero y con varias suturas en sus profundas heridas por quien sabe que golpes, me indica que lo traiga para hacerle sus controles. ¿Ya tiene nombre? pregunta. “Si, Zeus”, le contesto, suelta una sonrisa sabiendo que es el nombre menos apropiado para un diminuto perro, débil y casi moribundo.

Zeus me acompaña al trabajo las siguientes semanas en una cajita de madera acondicionada, luego de apaciguados los conflictos laborales. Zeus pasado un tiempo se convierte en un hermoso cachorro color azabache, aunque apenas ladra, Zeus hasta entonces había superado las pruebas más difíciles de su corta vida, y en ese ínterin me había dado fuerzas para seguir adelante. Zeus hasta aquí ya es mi sombra, mi amigo, mi confidente… mi ejemplo. Y no deja de mirarme volteando la cabeza de un lado a otro.

A un año exacto de haberlo encontrado, estando de turno en mi lugar de trabajo en el campo el día de navidad, Zeus me mira como de costumbre, voltea de repente y comienza a caminar. Lo sigo porque quiere mostrarme algo razono, pero apresura el paso, salta el cerco y toma el camino carretero. “Zeus”, le grito para que se detenga, se detiene, da una vuelta entera me mira y sigue su camino corriendo sin detenerse. Lo busco toda una semana sin éxito hasta que caigo en cuenta. Zeus, está ayudando a alguien más a salir de algún abismo oscuro, como lo hizo él y como lo hice yo con su ejemplo. Y sé que ese noble ser es muy feliz donde está. Porque fue y será el mejor regalo de Navidad.

 

Es mi deseo  que resurjan sus mejores sentimientos.

Felices fiestas.