Noticias El Periódico Tarija

La extraña naturaleza humana hace que seamos capaces de dejar de lado, de repente, muchos sentimientos y actitudes, que los congelemos, que hagamos una pausa para dar espacio a la armonía que una fecha como la Navidad precisa. Lo que si es difícil decir es si esa repentina paz y amor que emana de nosotros es verdaderamente sincera y franca, lo cierto es que el espíritu navideño se apodera de todos y las calles se visten de muchos saludos y buenos deseos, de gentes que van y vienen sonriendo y levantando la mano al que ven pasar por la otra vereda.

Si bien aún la Navidad no llega, el día previo, el de Noche Buena, ya lleva una sensación distinta, quienes pueden hacen sus compras de último minuto en ese esquema materialista en el que nos desenvolvemos tan cómodamente, quienes no pueden comprar simplemente se dedican a mirar a los que si pueden hacerlo, se dedican a desear lo que los otros tienen sin darse cuenta que en realidad tienen mucho más que ellos. Tristemente estas fiestas se han vuelto de consumo masivo, muchos no las entienden de otra manera y han perdido la sensibilidad como para no refregarlas en la cara de los menos pudientes.

A pesar de los mensajes lindos cargados de sentimientos, aún no hemos sido capaces de ir más allá de eso y seguimos repitiendo la fórmula cada año, como una rutina atroz que se respeta y cumple sin miramientos, de nada sirven las redes sociales que se disparan de colores y bondad, en las calles están los que no tienen otro arbolito navideño que no sea el que adornaron en la plaza, no tienen otro regalo que las sobras que puedan encontrar de aquel que no sabe cuanto tiene ni le preocupa saber, los que no tienen más Papa Noel que aquel de las historietas y de algún spot televisivo… nada más… la Navidad no es una fiesta de igualdad, por el contrario, es cuando más evidentes se hacen las diferencias, es cuando quienes nos llenamos la boca de augurios venturosos y positivos sin ningún problema festejamos y reímos y comemos sabiendo muy bien lo que sucede en esas calles… pero en realidad, lo hacemos porque no nos importa y entonces la Navidad sigue siendo de cartón y de latón, vacía como una caja, sin sentido si sólo la medimos por los regalos y el derroche.