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En México crecen cada vez más las voces que piden sacar al Ejército y a la Marina de la guerra contra el narco para dejarla en manos de policías civiles.

Wil Pansters, profesor de Antropología Cultural en la Universidad de Utrecht y director del Centro de Estudios de México de la Universidad de Groning, Holanda, cree que las Fuerzas Armadas se mantendrán en el marco de la institucionalidad y no politizarán el tema.

«Aunque tengan dudas con la duración de la guerra, no creo que vayan a salirse de las fronteras de la institucionalidad tan abiertamente y a politizar el asunto», dijo a Infobae.

México acaba de cumplir diez años dentro de la llamada «guerra de las drogas», que inició en diciembre de 2006 cuando el entonces presidente, el derechista Felipe Calderón Hinojosa, basó su estrategia de combate a los cárteles en la incorporación del Ejército a la lucha contra el narco, decisión que generó toda una polémica al interior y exterior de las Fuerzas Armadas, por no ser una labor propia de la milicia.

La polémica revivió hace unos días cuando el secretario (ministro) de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, expresó en una conferencia: «Nosotros no pedimos estar aquí. Si quieren que volvamos a nuestros cuarteles, soy el primero en alzar la mano». Además, aseveró que la guerra contra el narco no se resuelve a «balazos», sino con otros factores, como presupuesto y el que otros sectores asuman su compromiso, entre ellos los gobiernos estatales.

A ello, el presidente Enrique Peña Nieto reconoció que los soldados y marinos están para cuidar de la soberanía, no para hacer tareas de las policías investigadoras. «Pero con lealtad a la Patria, con sentido del deber y de gran institucionalidad, se han incorporado, han apoyado, están decididos a seguir haciéndolo, en tanto logramos el objetivo de esta asignatura aún pendiente de poder apoyar en las labores de las instituciones de procuración (de justicia) y de las fuerza preventivas del país», explicó.

Las palabras de Cienfuegos y la contestación del presidente abrieron un nuevo debate sobre la inconformidad y desgaste del Ejército por estar realizando tareas de las policías civiles y sobre si existían diferencias con el Ejecutivo. Otros sectores, como el empresarial, también tomaron parte de la discusión y pidieron a los militares no retirarse del combate al narco hasta que el país no tenga fuerzas locales capacitadas para enfrentar a los cárteles.

Otros organismos, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), señalaron abiertamente la necesidad de que los militares regresen a los cuarteles, pero Pansters considera que al menos en los dos años que restan al mandato de Peña Nieto, ya no habrá cambios en la estrategia.

El desprestigio y el conflicto

En una década de guerra contra el narco, murieron 468 soldados, según un informe castrense al que tuvo acceso el diario El Universal. Durante este período, al Ejército también se lo ha vinculado con casos de desaparición forzada, como el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y violaciones a los derechos humanos.

«Eso le ha de preocupar al Ejército porque entre más tiempo están metidos en el combate, más difícil es mantenerse limpios o libres de los efectos negativos. Sólo piensa en la cantidad de informes a nivel internacional sobre las violaciones de los derechos humanos en México por parte de las Fuerzas Armadas, eso no les gusta. Están los casos de Tlatlaya –en que se acusó a militares de haber ejecutado a 22 civiles–, Tanhuato –donde se ejecutó extrajudicialmente a 42 personas– y Ayotzinapa. Hay una presión pública y política internacional, y eso les afecta», consideró.

Pansters afirma que además del desprestigio que trajo al Ejército la lucha contra el narco, existe también la preocupación por la forma en la que se fraccionaron todos los cárteles, que en 2006 se tenían ubicados, pero ahora se dividieron en una cantidad de grupos criminales que operan ya en todo el país.

«El problema está en que la violencia sigue, más de 80.000 homicidios con Peña. La diversificación del crimen que ha de preocupar al Gobierno y a los aparatos de seguridad, la Marina y el Ejército, que ya no es solamente drogas sino la diversificación en diferentes zonas del país», agregó.

«Un efecto que le ha de preocupar al Ejército es que la fragmentación de las organizaciones también crea más inseguridad y muchas rencillas. Diez años de esta estrategia que lo que ha rendido en términos reales es que hay mucha simulación. Peña Nieto ha seguido una estrategia de maquillaje ante los medios, de hablar de una manera diferente, pero en la calle las cosas siguen muy complicadas», afirmó.

El investigador dijo por último que la discusión sobre el papel del Ejército en la guerra contra el narco siempre ha estado ahí, pero ya es tiempo de buscar una nueva estrategia.