Noticias El Periódico Tarija

Mirando hacia adentro, gran parte de los crímenes que se presentan son cometidos por menores de edad, niños o casi niños, adolescentes, jovenzuelos que sin saberlo, o tal vez si, encuentran en su inimputabilidad  un escudo protector que los convierte en potenciales enemigos de la sociedad ya que no son sancionados con el rigor que el delito cometido exige o como cualquier adulto es castigado sin miramientos ni contemplaciones. Claro está que algunos son llevados a supuestos centros de rehabilitación que en vez de lograr eso, consiguen que los menores «perfeccionen» sus nefastas habilidades y tendencias, sin las mínimas condiciones de seguridad que puedan garantizar que permanezcan en el mismo y menos su reinserción social.

La criminalidad en Tarija alcanza picos preocupantes, como medio de comunicación es desagradable tener que informar sobre lo que ocurre cada día y como los riesgos aumentan en una ciudad de sólo 250 mil habitantes en la que suceden hechos como si se tratara de una gran metrópolis. Los informes policiales de fin de semana reportan violaciones a menores de edad, heridos por armas punzo cortantes, violencia intrafamiliar, secuestro de personas, homicidios, asesinatos, feminicidios y un largo etcétera, la opinión pública se escandaliza con casos que se revelan y que por sus características hacen dudar de la salud mental de quienes los protagonizan pero detrás de todo lo que se ve, pasa algo que puede ser más serio y preocupante, todo lo que sucede puede ser sólo un síntoma de una sociedad enferma que no sabe cómo curarse. Algo está sucediendo sin que le prestemos la atención debida con el alto riesgo de que escape de nuestras manos y no lo podamos manejar cuando nos demos cuenta, el problema puede ser ya demasiado grande y pesado como para soportarlo.

Por lo visto y vivido toca preguntarnos ¿qué está pasando?, ¿por qué el aumento de crímenes y por qué protagonizados por menores de edad?, ¿quiénes son los responsables de esta nueva generación agresiva y peligrosa?, ¿en qué lugar está la familia y la escuela en todo este caos? Sin duda, existe un problema de fondo y está en el seno familiar, con padres sino despreocupados pero si demasiado ocupados como para prestar la atención que el hijo necesita,  para interesarse en saber quiénes son sus amigos, que es lo que hace cada día, que lugares visita, con quienes se junta. Progenitores que dejaron de inculcar principios y valores, que dedican su tiempo al trabajo o a la diversión casi sin freno y que dejaron de ser un ejemplo para sus hijos, es así que tenemos familias en las que ellos andan de su cuenta en sus propios festejos y los padres con la agenda llena de compromisos sociales. Esta realidad es producto de la materialización del diario vivir, en el que «el cuanto y que tienes» es más importante que el «quien eres, que quieres y que sientes», es un resultado de la valorización sólo de «lo que se puede comprar» y no de lo que «no tiene precio y no está en venta y hace hombres y mujeres de verdad», esa carrera desenfrenada por tener más y lo más rápido posible en la que el fin justifica los medios logra que la frustración por no alcanzar ciertos objetivos se canalice dramáticamente y se presenten casos como los mencionados. Como padres tenemos que dejar de pretender que los maestros arreglen lo que nosotros descompusimos, así no funciona, debemos asumir nuestro verdadero rol con responsabilidad y compromiso. Con los antecedentes mencionados es difícil entenderlo pero existen pendientes sin resolver y no podemos escapar al espacio que ocupamos en la sociedad de hoy, no asumirlo ocasiona tergiversaciones de la realidad actual como las descritas en este editorial.