Noticias El Periódico Tarija

Si revisamos las noticias de hace 20 años atrás confirmaremos que lo relacionado a la carencia de agua no cambió, sólo que ahora la población es mayor y las ciudades crecieron mucho más. Ni siquiera el hecho de haber incorporado en la nueva Constitución Política del Estado el derecho al agua como un derecho humano, ha movido a quienes detentan el poder para definir políticas serias, claras y definitivas para superar esta gran falencia a pesar de que los millones «bailaron a montones» en nuestro suelo. Lo que está sucediendo en La Paz es una muestra clara del descuido en un tema tan delicado y vital, la sede de gobierno de nuestro país vive una situación casi de desesperación con vecindarios enteros clamando por agua y miles haciendo filas para conseguirla y puede ser el inicio de un sinceramiento de las urbes más importantes y pobladas que a su modo padecen similar problema.
Las autoridades nunca llegaron a entender la importancia de contar con barrios, ciudades y pueblos con necesidades básicas satisfechas, con la provisión de agua potable garantizada. Fue más importante una plaza, un estadio o coliseo que dotar del líquido elemento a la población, mientras tanto miles de familias dependen de un sólo grifo que provee agua y al que tienen accesos pocas veces a la semana, para lo que tienen que hacer largas filas a la intemperie sin que a nadie le importe.

En general, la carencia de agua potable es un tema pendiente y otro es el de la calidad del agua, muy serio por cierto ya que no se cuenta con los mecanismos ni la fiscalización adecuada para saber realmente que es lo que estamos tomando. Las especulaciones en nuestro medio sobre ese aspecto suman ya que el uso del agua en las cabeceras de ríos y quebradas muestran que se arrojan aguas negras, desechos tóxicos, químicos y pesticidas, ese mismo líquido luego es utilizado para regar cultivos de productos que consumimos, ese mismo líquido ha sido usado para generar hidroeléctricidad pero también en época de estiaje para proveer de agua a toda la ciudad, o sea, para consumo humano. Entonces, al no regular una serie de elementos que intervienen en esta cadena nociva, todos estamos expuestos y jugando una «ruleta rusa» cada día que puede acabar  con nuestra vidas… el problema es…¿ a quien le importa realmente?, ¿a nosotros mismos nos interesa?…si no somos quienes ponemos este delicado asunto sobre el escritorio de gobernadores y alcaldes, tendremos que soportar las consecuencias de nuestro silencio.