¿Acaso debe sorprendernos que existan empresas o industrias que ensucian el río Guadalquivir?, ¿ por si acaso dudamos que esto no estaba pasando?… duele decirlo de esta manera pero… estamos en Tarija. Cuando la sede de gobierno se debate en una crisis de agua sin par, en nuestro Departamento estamos matando desde hace décadas ríos como el Pilcomayo, el Bermejo y el Guadalquivir, a quienes vivimos en el valle central lo que sucede con este último afluente nos afecta más de cerca pero lo que le pasa a los otros no es menos importante y traumático.
En Tarija estamos matando nuestras fuentes de agua como algo natural y normal sin que haya quien lo evite o haga algo real por evitarlo, menos aún pensar en quien sancione la comisión de actos como estos. El mal no nace en la ciudad capital, viene de más arriba donde existen centros poblados importantes que arrojan sus aguas negras y toda clase de desechos, fungicidas, aceites, basura, etc que se mezclan y van corriendo hacia abajo sumando a la ola de irresponsabilidad que crece en la medida q aparecen comunidades y poblaciones que repiten la misma fórmula.
El diario «el Periodico» reveló que una conocida empresa avícola vierte sus residuos en el Guadalquivir, no llama la atención porque hace unos años atrás, también un medio de comunicación denunció que una bodega vitivinícola hacía lo mismo. Ahora la pregunta es muy obvia, ¿dónde queda la conciencia de empresarios que se dicen tarijeños que reclaman el apoyo de su gente para los productos que venden?, ¿en qué queda el hecho de que gracias a los tarijeños esas firmas crecieron y se consolidaron?, la deuda social de empresas así es inmensa y el daño ocasionado es irreparable, no hablamos de aplicar leyes vigentes porque no hay quien las haga cumplir, hablamos del compromiso que tenemos quienes nos decimos oriundos y amantes de nuestra tierra. ¿ Qué podemos esperar entonces de gentes que vienen de otros lugares a instalar sus factorías aquí?, o ¿ es que somos tarijeños de boca para afuera ya que en los hechos buscamos sólo nuestro provecho particular a costa del bien común?. Lo peor de todo es que no hay institución ni autoridad que asume la competencia respectiva para regular situaciones anómalas como la revelada y mientras sucede eso, el empresario prácticamente no se da por aludido intentando corregir lo que sabe esta haciendo mal en perjuicio de la colectividad, no sólo contaminando un río sino exponiendo la salud pública.