Max Murillo Mendoza
Las elecciones norteamericanas ponen al descubierto lo que en realidad es la civilización occidental. Esos civilizados gringos, que se consideran la crema y nata del desarrollo y progreso, muestran sus garras y rabia con espuma en la boca frente al mundo, cuando se trata de defender sus intereses ganados a costa del proceso colonial sangriento e imperial después. Sus peleas consisten en quién es más sangriento que quién: bombardear a Irán, Libia, Siria, Irak u otro país más extraño posible. El currículum de su diplomacia internacional tiene siempre componentes de sangre, de brutalidad y sueños imperiales. Y el despliegue de su hipócrita forma de convencer a sus electores, para que les den cheque en blanco del Estado norteamericano y bombardear a su gusto por todo el mundo. En resumen se trata del mismo circo de siempre, con matices propios del folklor gringo.
Recuerdo las esperanzas que tenía el mundo cuando la elección de Obama. Se creía que por fin el mundo tendría la oportunidad de cambiar radicalmente su política exterior, que el presidente negro cambiaría las reglas de juego de la maquinaria sangrienta del Estado más poderoso del mundo. Después de ocho años de su gobierno, el mundo es el mismo y quizás más peligroso y más totalitario. La violencia se ha extendido por todo el globo, como la inseguridad y el crecimiento exponencial de las mafias económicas (Bancos), las mafias del narcotráfico y las mafias del comercio y tráfico humano. Pues la maquinaria del Pentágono y las oligarquías gringas no dejarán que nada cambie, a pesar de presidentes negros o mujeres fantasiosas que entren al poder del Estado norteamericano.
Hoy el circo se refiere a la pelea de un bravucón multimillonario y una mujer de las familias oligárquicas (los Clinton) más poderosas del establishment gringo. Al menos no son hipócritas como los anteriores, sino populacheros y con mucho parecido a la política criolla latina, donde no se respeta nada. Por supuesto que en sus debates prometen cambiar todo, salvar a los pobres y mejorar la economía. Los contenidos son vulgares y extravagantes, con un Trump traído del siglo XIX y cuan pirata del Caribe considera que puede con todo, arrollar y destruir a su paso cualquier estamento humano o institucional, hasta mostrar los oscuros comportamientos típicos de enfermos mentales que abundan en la política de todo el mundo abusando de mujeres en sus bajos instintos políticos y económicos. Y pues una mujer también con comportamientos enfermizos de militar ruda comprometida con la tragedia del oriente medio: asesinatos selectivos, bombardeos indiscriminados y servicios secretos siempre sangrientos. Es decir, ninguna novedad cuando se trata de la política norteamericana.
Con pueblos adormecidos, atemorizados artificialmente por los temas de la migración y la desocupación global, estos políticos tienen tendida la alfombra para continuar sus políticas imperiales. La complicidad de aquellos pueblos es nomás directamente proporcional a las bravuconadas de Trump, y las elegancias hipócritas de Clinton. Nadie ha salido a las calles hasta ahora en Estado Unidos, para frenar la masacre de Siria. Pueblos domesticados y drogados por su seguridad, sus fáciles condiciones sociales y económicas que son nomás en base al desprecio del poder norteamericano por todo el mundo: saqueo y expoliación sofisticada, vía bancos y operaciones financieras globales. Además de la tecnología de punta, como ventaja estratégica de dominio, que sólo es para seguir con el festín de piratas por todo el mundo. Eso nomás es el mundo anglosajón civilizado, cristiano, desarrollado y progresado. Nada ha cambiado en su esencia humana desde la edad de las cavernas, cuando se enfrentaban con palos y piedras por el poder, y hoy han reemplazado esos palos y piedras por bombas atómicas y drones.
La civilización occidental despliega todo su poder más que nunca. No es poder de la sabiduría o la posibilidad de cambios positivos por todo el mundo, sino todo lo contrario: es la lógica de la destrucción y el desprecio por todo lo extraño: culturas árabes, andinas, asiáticas, etc. Empujando al mundo a un peligroso callejón sin salida, como la anulación de las opciones pacíficas y la justificación de la prepotencia imperial armamentística y tecnológicamente violenta. La soberbia de su naturaleza animal para mostrar artefactos robóticos de la muerte, sobre toda posibilidad de negociación diplomática. Por estos lados del mundo, los imitadores de esta civilización, tampoco dicen nada. Entiendo que no tengan palabra alguna, pues son simples imitadores; pero al menos la magnitud del desastre imperial tendría que pasarle la factura de sus imitaciones; pero creo que es pedir peras al olmo. Los gringoides y progringoides no razonan, sólo copian y repiten consignas en el tercer mundo.
La vergüenza de la civilización occidental está al desnudo, su naturaleza violenta y guerrera, su naturaleza destructiva y antihumana desde hace siglos y siglos. Ya no tienen herejes e intelectuales, sino para comercio de ellos mismos. Y sus pueblos están esclavizados, adormecidos y controlados totalitariamente vía tecnología y cibernética. Es la civilización de la degradación humana al extremo, porque sus héroes son asesinos en serie que llegan de tierras lejanas con miles de cadáveres en sus condecoraciones: Irak, Afganistán, Siria, etc. La civilización occidental no es ningún ejemplo a seguir, nunca lo fue, sino para sus sacerdotes tercer mundistas que también han destruido todo lo nuestro.
La Paz, 17 de octubre de 2016.