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En la parte interna de la concha de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar, cuando un grano de arena penetra, las células del nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y más capas, para proteger el cuerpo indefenso de la ostra.

Es así que las perlas son productos del dolor; resultados de la entrada de una sustancia extraña o indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena como dijimos líneas arriba y como consecuencia, una linda perla se va formando. Una ostra que no fue “herida”, de algún modo, no produce perlas, pues las perlas son heridas cicatrizadas, heridas que han sido curadas.

Amigo lector de “elPeriódico”, se ha sentido usted herido por el engaño y rechazo de alguien que en verdad amaba, se ha sentido herido por palabras crueles o duras de alguien, sus ideas fueron rechazadas o mal interpretadas, sufrió los duros golpes del prejuicio, recibió el intercambio de la indiferencia. Si su respuesta es sí, entonces produzca una perla y cubra sus heridas con varias capas de amor.

Lamentablemente, son pocas las personas que de verdad se interesan por hacer esto. La mayoría de ellas, solamente aprende a cultivar resentimientos, dejando abiertas las heridas y alimentándolas con varios tipos de sentimientos pequeños, pensando solo en lo que sucedió o en la persona que la dejo o lastimó y, por lo tanto, no permitiendo que las mismas cicatricen.
Y es así, que en nuestro diario vivir, nos encontramos con muchas ostras vacías, no porque no hayan sido heridas, sino porque no saben perdonar, comprender, dejar el pasado atrás y transformar el dolor en amor.

Una sonrisa, una mirada o un gesto, la mayoría de las veces, dice más que mil palabras… ya es hora, empecemos a producir perlas en nuestras vidas.