Noticias El Periódico Tarija

Max Murillo Mendoza

Sucede que los recordatorios de la democracia boliviana, tienen siempre olor clásico y tradicional: remontándose hasta Grecia, y por supuesto occidente de dónde salen todas las recomendaciones habidas y por haber, para copiar al pie de la letra nuestros comportamientos sociales, culturales, económicos e históricos. Moldes obligatorios y recetas que nuestros pensadores tienen, como sacerdotes de esas miradas tradicionales sin sentido de espacio temporal, geográfico y peor histórico. Sucede que nuestras historias no responden a esos patrones oficializados por las visiones tradicionales; pero se insiste torpemente, totalitariamente desde las cúpulas pensantes en esas visiones fracasadas y derrumbadas por efecto de nuestras propias historias.

La democracia tradicional ha fracasado. Esa que siempre tuvimos: de toga y elegancia señorial, de las fotos en blanco y negro donde se disimula bien a los esclavos que están en esas fotos. Lo que se inauguró el 10 de octubre de 1982, después de la farra civil-militar señorial, fue un efecto de alegría popular ante el derrumbe de la inoperancia y la tragedia griega oligárquica, acostumbrada a experimentar a su imagen y semejanza con todo un país. Acostumbrada a saldar sus errores con sangre y masacres porque tienen la especialidad de no entender en donde viven, usufructúan y expolian. La traición a esa fiesta popular vino en poco tiempo, cuando la crisis de los dólares donde nacieron los nuevos ricos del MIR y otros compinches más. Destruyeron totalmente una posibilidad real de democracia. Luego vinieron los compadres del neoliberalismo, o el reordenamiento a escala secundaria de las órdenes de Reagan y Thacher por todo occidente y sus influencias.  La privatización era su moda y receta, a costa de lo que siempre fue: los pobres y las naciones genuinas e indígenas de estos territorios.

Esa democracia fantoche y colonial, que salía de los barrios más ricos de las urbes donde hasta hoy pululan los apellidos coloniales y de poder, incrustados en todos los gobiernos camaleónicamente como especialidad política, tuvo sus límites hasta inicios del milenio presente. Democracia blancoide que incrusta en su seno a la izquierda y derecha por igual, entró en crisis y pánico con la huida del norteamericano Sánchez de Lozada. Esa democracia de los barrios ricos y de perfume colonial, se derrumbó precisamente ante el empuje de las lógicas comunitarias, también citadinas de barrios pobres y clases medias empobrecidas por los experimentos académicos coloniales. Lógicas que dieron cátedra social y política a los grupos coloniales, porque decidieron sacrificar a sus propias lógicas para seguir la política tradicional o democrática. Fuerzas que pudieron ejercer la violencia y convulsión revolucionaria para destruir todo lo anterior; pero prefirieron la paz y el perdón a los coloniales. Optaron entonces por las elecciones para legitimar sus lecciones de poder en el 2005.

Hoy recordamos una fecha más de esa partida democrática. Cambiaron algunos efectos y algunos supuestos; pero aún queda la tragedia griega y quedan los grupos coloniales que esperan su oportunidad de venganza. Porque hasta hoy no pidieron perdón a las naciones genuinas, por siglos de explotación, expoliación, robo, racismo y marginación sistemática desde el Estado y las instancias privadas. Siguen impunes y haciendo política partidaria como si no hubiera pasado nada. Aquellas lógicas de poder lamentablemente han sobrevivido hasta hoy: el sistema judicial como lo más colonial que tenemos. El sistema económico que sigue teniendo raíces capitalistas y mercantiles terribles. También el sistema educativo, donde la resistencia mental e institucional sigue perforando las iniciativas de cambiar realmente todo el aparato ideológico y mental de la colonialidad. En definitiva los avances de las lógicas comunitarias y sociales, no han podido con el poder de los grupos coloniales, y las políticas de Estado son todavía insignificantes para cambiar al Estado.

Sin embargo la historia continua como ese demiurgo que comulga también con el azar, con las fuerzas que devienen desde hace miles de años, y que aún no encuentran tierra abonada para volver a sembrar lo destruido hace siglos, lo asaltado hace siglos. Nuestros Estados perdidos en el tiempo y la memoria aún no encuentran paz, los demonios coloniales siguen vigentes y sueltos en las ideologías de moda y de poder. La democracia tradicional al menos ha servido para avanzar en la toma de consciencia de la situación de las naciones quechua, aymara y guaraní, que en lo estructural muy poco  han logrado. Los desafíos son enormes y colosales, sin olvidar ni postergar levantamientos generales que sí han sido alternativas serias, en contra de las visiones tradicionales, conservadoras y conquistadoras de las mentalidades políticas de los barrios ricos, que son nidos de recreación colonial.

Aún no se han restituido las religiones andino- amazónicas. No se han restituido las economías de reciprocidad y complementariedad. No se han restituido las tecnologías agrícolas altamente rentables y productivas, demostradas por los propios gringos. No se han restituido las justicias comunitarias. Pues seguimos nomás con la democracia fundamentalista tradicional y clásica, como copia al pie de la letra de las costumbres occidentales, por eso no funciona en nuestras realidades, por eso siempre fracasa y se derrumba de tiempo en tiempo. Y aún no han pedido perdón los grupos coloniales.

Pero bueno, ni modo al menos tenemos algo más de modernidad estructural: caminos, construcciones de escuelas, colegios, hospitales. Los largos años de democracia tradicional al menos han permitido cierta modernización; pero no de la mentalidad que sigue teniendo ausencia de liberalismo y ausencia de visiones modernas en sus clases altas y medias. Pues en definitiva nos queda mucho que recorrer, y mucho que enseñar a las colonias que decidieron quedarse en estas tierras: reciprocidad por el conocimiento.

La Paz, 10 de octubre de 2016.