El peor tormento para el común de los humanos: la desaparición de los hijos, una desaparición muchas veces definitiva. Y no hablamos de la muerte física, sino de algo probablemente peor: el secuestro, que bajo las diferentes variantes que en conjunto constituyen el tráfico y la trata de personas.
En el mundo en los últimos diez años el negocio de usar contra su voluntad seres humanos para los fines más degenerados se cuadruplicó. En Bolivia, las estimaciones oficiales señalan que en ese periodo los casos de trata y tráfico aumentaron. Sin embargo, las limitaciones institucionales y la propia influencia de las mafias han hecho invisibles incontables experiencias.
Bolivia ya es considerada uno de los cinco países de Sudamérica con más casos de Trata y Tráfico de personas. Así lo estableció un estudio de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Instituciones como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) han establecido que 8 de cada 10 niños que desaparecen en el país nunca más son recuperados. Se estima que cada año más de 1,2 millones de niños y niñas son víctimas de Trata en todo el mundo.
Más allá de las cifras, los testimonios que en las últimas semanas se han conocido tras la clausura, cierre definitivo e incluso demolición de clubes nocturnos en la ciudad de La Paz –aun no se dijo o hizo nada con los restantes ocho departamento del país- resultan estremecedores. Se ha sabido cómo los delincuentes, tras engañar con promesas a niños, niñas o adolescentes, los someten a extorsiones criminales mientras los explotan sexualmente.
Pero esto no es nuevo, pues se ha establecido cómo las autoridades llamadas a investigar y atrapar a las mafias hacen gala de una pasmosa lentitud y virtual tolerancia. Se descubrió cómo funcionarios llamados a rehabilitar y cuidar a las niños o niñas recuperados en realidad las revictimizan con procesos y “tratamientos” denigrantes. Sin embargo, salvo la promulgación de la Ley contra estos delitos y la constitución de algunas dependencias adicionales dedicadas al tema no se avanzó.
¿Cuántos proxenetas y tratantes purgan condenas en las cárceles bolivianas? Ésa es una de las preguntas que frecuentemente evaden las autoridades.
Mientras tanto en los mundillos político y mediático el debate se concentra en mil y un temas propios del dinero y el poder. Peor aún, los medios sólo muy ocasionalmente brindan portadas o espacios importantes a la desaparición de los hijos. Eso sí, frecuentemente abren sus espacios comerciales a potenciales tratantes que ofrecen a potenciales víctimas como cualquier mercancía.
Huelga ya hablar de algunos jueces, fiscales, abogados, forenses, médicos, policías. En más de un caso implica descubrir eslabones de la cadena de un negocio que se nutre con las pasiones más bajas del llamado “ser humano”.