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Max Murillo Mendoza

 El vicepresidente Ossio Sanjinés, entre los años 1989 y 1993, en el gobierno más corrupto de la democracia formal boliviana, murió hoy dejando un legado triste como destructivo en lo que se llamó democracia formal colonial. Sanjinés fue representante importante de la democracia cristiana, partido político ultraneoliberal que se acostó con todos los partidos políticos tradicionales, para perpetuarse en el poder por todo el período neoliberal. Este partido político desde siempre prostituyó el nombre de cristiano, para convencer a las capas conservadoras y retrógradas cristianas de clases altas de que apoyaran la democracia formal colonial. Tenía pegas que ofrecer: embajadas, ministerios, curules parlamentarios, etc. La democracia cristiana siempre fue una agencia de trabajo para las colonias extranjeras, y oligarquías nativas.

La ausencia de crítica y ausencia de un mínimo de visión histórica, coherente y básica que tiene la política boliviana, sin memoria y sin honestidad, recuerda hoy a este personaje como heroico, como uno de los que aportó a la democracia y a la historia de este país. Las palabras y la nostalgia colonial cierto que le extrañarán a este burócrata y empresario minero. Representante de lo más rancio y tradicional de la política de ocupación colonial de Bolivia. Pero los perfumes y los maquillajes de la historia le harán un buen trabajo de encubrimiento, para no incomodar a las letras de los libros tradicionales de historia. Ninguna sorpresa en este ritual intelectual, si es que es intelectual, de quiénes siguen hoy como dueños de los devenires y destinos de lo que se llama historia nacional. Historia nacional de unas cuantas familias, de unas cuantas juntuchas, de unas cuantas maneras de expoliar desde hace siglos a nuestras naciones, de unos libritos llamados historias de Bolivia.

Los cristianos de la democracia cristiana, pues eran y son muy cristianos. Pero de aquellos del poder, de aquellos de las cúpulas, de aquellos que mataron a Cristo condenándolo por apostar a los pobres. De esos traidores de vocación por razones de clase y razones coloniales que en última instancia son lo más importante en sus decisiones, en sus negocios y en sus intereses de clase. Lo demás es parte del folklor político: rezos, domingos de misa, limosnas a los pobres y otros lavados de consciencia política y de clase. La ideología es para los pobres, los negocios de alto vuelo para el poder cristiano cupular, es decir para la democracia cristiana. Esos cristianos que están en sus escritorios teorizando sobre los pobres; pero al margen de ellos, sin contaminarse con ellos. De esos conocemos tantos, de esos montones de hipócritas acomodados en las fauces del poder.

La democracia formal colonial, llamada también por alguna literatura como neoliberal, nada bueno dejó al país. Sino pobreza, marginalidad, saqueo y más colonialidad. Esa llamada democracia en los que gobernaban los hijitos de papi, porque sus padres de los anteriores poderes civiles o militares, estaban detrás del trono. Ahí los apellidos nos dan diagnósticos contundentes: familias, t´ojpas, mafias que vienen desde tiempos inmemoriales, desde el mismísimo siglo XVI. El llamado Estado republicano era su principal hacienda, de exquisita rentabilidad porque todo les salía gratis o barato. Costumbres arraigadas en sus razones de clase y oligarquía. Entonces la democracia formal colonial fue el principal negocio después del negocio militar, para estos grupos y castas coloniales que ocupan estos espacios a imagen y semejanza de sus abuelos y padres que llegaron allende los mares. Esa democracia formal nada tenía de democracia. Esa democracia formal colonial fue el escenario mejor actuado de estas castas, para parecer como parte de nuestras nacionalidades, y fueron sus payasos políticos los más brillantes porque se esforzaron para parecer al menos como bolivianos.

Los políticos tradicionales ya desaparecen. Su fracaso histórico es tan evidente que nadie se atreve a decirles con claridad. Lo absurdo de sus papeles como actores de la mediocridad tradicional no será escrito, sino disimulado por el arte ritual de los gurus de las letras bolivianas, donde todos se alaban y se disfrutan en sus farras de clase. La vulgaridad de esos papeles y rituales de la política tradicional boliviana, se desvanecen por fin. El daño ocasionado por esos actores de clase y casta es monumental, es injusto porque se trata de millones de vidas afectadas por estos papeles, millones de pobres y marginados. Vidas en concreto que han sido humillados y desechados como basura porque simplemente se trata de ensalzar a estas otras, que ni siquiera nos pertenecen y son ajenas a nuestras naciones. Estas castas que siempre se refieren a nuestras naciones como resentidos, porque prefieren lo blanqueado y perfumado.

Sí, la historia tradicional llorará esta partida y su nostalgia se verá colmada de papeles de homenajes en los periódicos más influyentes del país. Ritos, costumbres, maneras de ver desde las haciendas coloniales. Llantos de nostalgia porque ahora están fuera de sus pegas más importantes, de sus haciendas y cómodas formas de saqueo y expoliación económica llamada democracia formal colonial.

La Paz, 28 de septiembre de 2016.