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Max Murillo Mendoza

Los titulares de la prensa en estos días ensalzan a la ciudad de Santa Cruz, que es su aniversario, como la locomotora económica del país. Todos alucinan porque ya lleva 3 millones de habitantes, y sobre todo porque avanza en su “desarrollo económico”. Pero nadie dice que el modelo de desarrollo cruceño es el capitalismo más salvaje posible, depredador, destructor de la naturaleza y agujero negro de la economía. Ese modelo capitalista que en teoría se le condena, en realidad es el modelo oficial y que el mismo Estado profundiza: Gobernación, municipios y universidades del Estado. De eso nadie habla, porque la complicidad es poderosa cuando no hay alternativas al capitalismo, sino parchecitos y tontas apariencias de panfletería discursiva. Santa Cruz de la Sierra fue colonizada por hordas de colonias extranjeras europeas, norteamericanas y asiáticas absolutamente capitalistas, que nunca entenderán o al menos olfatearán economías distintas: de nuestras culturas. En el fondo pues las sociedades colonizadas, siguen nomás patrones económicos capitalistas aunque sus deseos sean distintos en sus clases altas y medias, que en sus sectores de izquierda son los más desarrollistas y progresistas que los mismísimos capitalistas.

Las alabanzas al modelo capitalista cruceño resuenan como poesías decimonónicas, como lirismo a los oídos de los adoradores de los dioses del capitalismo. En realidad el terror es el telón de fondo de este sistema capitalista: violencia generalizada, asaltos, asesinatos, drogadicción cotidiana y violenta, prostitución y tráfico de personas, pobreza disimulada como  brutal, migraciones  forzadas ante los espejitos brillantes del dinero fácil, es decir la realidad cotidiana encubierta por los discursos oficiales de los millonarios que directamente se benefician de la lógica de la muerte del capitalismo cruceño. Los ricos y colonialistas empiezan a construir barrios encerrados y cuidados por policías, o empresas de seguridad para separarse de la realidad. Experiencias que en Bolivia no existía hasta hace poco. Experiencia de riqueza que sigue siendo el insulto más abominable al 70% de pobres de este país, denunciado desde siempre en documentos de investigaciones privadas y oficiales. La ceguera y estupidez generalizada por la ausencia de crítica y sentido común, que también es normal en Bolivia por las características conservadoras y totalitarias de sus clases altas.

Lo interesante y bonito del clima siempre atractivo de Santa Cruz, se entierra cada vez más en los laberintos de los engaños del modelo capitalista salvaje. Ese modelo que ha destruido los tejidos sociales tradicionales, y hoy destruye lo que queda. Modelo que se ha desarrollado sobre el esquema extractivista: destrucción de selvas, bosques, ríos y biodiversidades para generar la agricultura agroexportadora más capitalista posible, alabada paradójicamente por moros y cristianos, pues los millones de dólares encegueces a todos los tontos posibles, a todas las bestias del dios momo y su chorrera de dólares. Lo demás, dirían los sabios, son simples discursos ideológicos. En realidad Santa Cruz se destruye, no se construye. Pero la ceguera es poderosa, como la religión o la ideología. Santa Cruz es un matadero colectivo atractivo. Es triste pero atractivo a la vez por las modernas vitrinas que en un país pobre, tercermundista y periférico, son por supuesto escapes y escaparates a la pobreza: los nuevos espejitos que Colón ofreció a los indígenas cuando bajó de su barco, para engañar abiertamente con sus ofrecimientos occidentales: desarrollo y progreso a cualquier costo, a cualquier sacrificio.

No hay Vivir Bien en Santa Cruz, no hay reciprocidad, no hay complementariedad, no hay trueque. No hay desarrollo sustentable al menos, como última salida de la enfermedad del desarrollo, sino capitalismo salvaje y sangriento. En esa lógica, como sabemos, ganarán los más fuertes, es decir los colonizadores que llegaron impregnados con la ideología del capitalismo, con la costumbre del capitalismo, con la cultura del capitalismo. Esas colonias extranjeras que se dieron incluso el lujo de gobernarnos, que siguen entre las oficinas del Estado. Esos dueños de las patentes del pensamiento y costumbre del capitalismo son los ganadores. En cambio los obreros, los pobres, los sin tierras, los marginados son precisamente los ayoreos, los tacanas, los guaraníes, los quechuas. Casualidad? No. Porque los dueños de este pensamiento capitalista son sus descendientes, sus tataranietos de Colón, y no dejarán que nuestras lógicas y otros tipos de economía, que sí los hay, surjan para destruir al capitalismo. No dejarán que el Vivir Bien se desarrolle. Aquí si hay guerra sutil de civilizaciones, de maneras de ver el mundo y la vida…es a muerte.

Santa Cruz es el motor del desarrollo clásico, del progreso clásico, de los representantes de la civilización moderna más destructiva posible, guerrera y violenta. Desarrollo que sólo conoce la destrucción de la naturaleza, y la presentan como natural y normal. Nada de alternativo hay en esa perversa forma de acumulación económica: a costa de cualquier cosa. Y si eso es desarrollo, pues que vengan todas las guerras posibles de liberación cultural, civilizatoria y milenaria, porque  sí serían justas ante la poesía de la muerte capitalista.

La Paz, 25 de septiembre de 2016.