La brecha campo-ciudad siempre existió, la falta de atención de los problemas de los habitantes del área rural hizo que ésta sea cada vez más grande, el campesino no vió que sus necesidades básicas sean cubiertas en salud, educación, servicios básicos, etc, los políticos pasaron por sus comunidades, por sus cultivos, prometiendo convertirlos en ciudadanos iguales a los citadinos, con los mismos derechos, pero no fue así. Hasta hace poco más de 60 años, el hombre de campo sólo servía para sembrar y cosechar para el terrateniente, prácticamente sin posibilidad alguna de tener lo suyo, de cultivar lo suyo. La reforma agraria estableció equilibrios determinando que la tierra es para quien la trabaja, lo que significó una transformación radical en esa Bolivia aún con sesgos de la colonia.
El campesino peleó y se fue abriendo espacio, fue haciéndose escuchar y sentir, a través del voto universal no sólo pasó a ser quien también elige sino a ser elegido, las comunidades se organizaron y fueron adquiriendo personalidad propia pero a pesar de eso, en las ciudades el campesino recién llegado estuvo destinado a realizar labores orientadas a la atención de jardines, limpieza de lotes, albañiles, empleadas domésticas, etc. Tal vez su propia y escasa formación en aula lo convertía en presa fácil de quienes querían aprovechase de ellos, su analfabetismo fue un elemento que hasta resignó a muchos de ellos para quedarse donde estaban. En Tarija el campesino también tomó otros rumbos, migró a la Argentina a hacer lo mismo que aquí, trabajar en la tierra pero no la suya, a someterse a situaciones de imposición y abuso pero con mayor capacidad de ingresos y ahorro, lo que le permitió volver de vez en cuando, en su propio vehículo, con dinero en la mano, ya sea para comprarse tierras o construir su casa en las que ya tenía, nuestro campesino volvió pero con algunos cambios, como en su dejo al hablar, habiendo postergado el cantado tono chapaco y adquirido el notorio argentino. En fin, muchos se dieron formas y lo lograron, la mayoría se quedó todavía en ese esquema en el que se los aprecia aunque no se los ve de igual a igual.
Incluso hoy que se ha avanzado mucho en contra de la discriminación, se pueden sentir latentes esas diferencias aunque sólo en ciertos sectores o grupos, la población en general ya los asumió de igual a igual pero ellos dicen aún sentirse marginados y mirados por encima del hombro. Temas como el Prosol han servido para reposicionar las diferencias y las brechas, lo que no es para nada positivo, por el contrario, implica un fuerte retroceso en una sociedad que debe avanzar hacia adelante sin mirar diferencias sociales por la razón que sea y más bien asumirse incluyente en todo orden.