Noticias El Periódico Tarija

Darío Epstein

(Especialista en mercados de capitales. MBA Universidad de Michigan)

 Hace rato que notamos un cambio esencial: ya no intentamos mejorar cómo hacemos las cosas sino que las hacemos distintas, consecuencia de la aparición y el desarrollo de la tecnología, la conectividad y sus aplicaciones.

Según cuenta la empresa XP Securities, los jóvenes usuarios no están motivados por el consumo, lo que podría cambiar toda estrategia de distribución y marketing de productos a futuro y, por supuesto, la logística. ¡A las nuevas generaciones les interesa la conectividad, un buen smartphone, una laptop o una tableta y viajar!

 Internet está cambiando radicalmente la forma de comunicarse, comprar, vender, tomar decisiones, relacionarse, etcétera, entre las personas, las empresas y, aunque suene raro, también entre las cosas. Hoy su celular puede regular en forma remota la temperatura de su hogar. Su reloj puede coordinar la agenda, y todos estos elementos se relacionan entre sí.

 Se calcula que todo ser humano está rodeado de por lo menos mil a cinco mil objetos: si se conectaran entre sí, ¿se imaginan las implicancias para nuestras vidas diarias?

 La masificación del internet de las cosas (IoT) tendrá un impacto económico y social muy fuerte, y hasta ahora solamente podemos hablar de una fase inicial con una increíble proyección a futuro.

 Pero, ¿qué es internet de las cosas? Es la interconexión de cualquier producto a una red con potencial de interactuar con cualquier otro de su alrededor. El resultado es hacer que todos estos dispositivos se comuniquen entre sí y sean más inteligentes e independientes. Desde nuestro celular, termostatos y múltiples sensores, una heladera, pasando por un auto, una remera y hasta nuestra propia casa se encuentran habilitados para recabar información y analizarla.

 El desafío es que las computadoras presentes en cada dispositivo interactúen entre sí, con objetos y personas de la vida real y ganen independencia de los seres humanos, para dejarnos a nosotros al mando de lo realmente importante. ¿Se imagina que los autos se comuniquen entre sí al frenar bruscamente? ¿Y al arrancar? ¿Se imagina, además, que su heladera le envíe un mensaje y le recuerde que la leche, los huevos o los yogures se están terminando y que hay que ir al supermercado? ¿O que le diga que la leche está por vencer? Un paso más allá es que directamente se lo encarguen a los proveedores. La automatización del hogar es uno de los principales campos de aplicación del IoT. Colocando sensores y procesadores en forma estratégica, se puede colectar información importantísima sobre diferentes variables y así optimizar consumos de energía o simplemente hacer cambios al ambiente para mejorar su confort. Todo eso es el mundo del IoT.

 Y si usted es empresario, imagine la revolución en la administración de los stocks y la reducción de costos que conllevaría para las empresas. Sabríamos la ubicación, cómo se consumen y se compran productos en todo el mundo y su reemplazo en el momento que se requiera, sin que venza la mercadería si es perecedera o se acumule y genere gastos inútiles en el caso de los bienes no perecederos.

 Los denominados productos de uso diario o wearables son un ejemplo más: relojes, pulseras, remeras y otros dispositivos que se llevan consigo son cada vez más inteligentes. Hace rato que un reloj da más que la hora, también se conecta a internet e intercambia datos con servidores externos para tomar decisiones solo, o simplemente actualiza la agenda y siempre la lleva consigo. Imagine un reloj que le dé su estado de salud al minuto (presión arterial, consumo de calorías, frecuencia cardiaca, etcétera) y si detecta alguna anormalidad, la informe a su médico o simplemente esté programado con las metas del día y le avise excesos y defectos.

 Con la incorporación del IoT, las ciudades se hacen más inteligentes y eficientes. Los semáforos pueden conectarse a un circuito de cámaras distribuidas por la ciudad que identifican el nivel de tráfico, lo que evita esperas en las zonas de escaso movimiento. Las computadoras van a crear las ondas verdes o cortarán el tráfico en función de lo que registren en el momento. No por nada Apple, Google, Tesla y ahora Amazon quieren lanzarse en el desarrollo del mejor automóvil eléctrico, conectado y hasta autoconducido. El IoT, al interconectar los automóviles, permitiría orquestar el tránsito de manera inteligente, para optimizar así los traslados por la ciudad al eliminar varios factores humanos que lo desordenan y desincronizan. ¿Se imagina Nueva York, San Pablo, Ciudad de México o Buenos Aires con tráfico normal?

 Por supuesto, este tipo de avances reemplazaría muchas tareas y puestos de trabajo actuales, lo que aceleraría el problema de la automatización en un mundo cada vez más necesitado de empleo, por lo que la conversión a trabajos de alto valor agregado es urgente.

 El futuro pasará por estos desarrollos y no por la industria, lo que generará bruscos cambios en la forma en que conocemos no sólo la política, sino las relaciones laborales y los sindicatos.

 Según la empresa Gartner, en 2020 habría en el mundo aproximadamente 26 mil millones de dispositivos con un sistema de adaptación al internet de las cosas. Al lograr una mayor independencia de las personas, los dispositivos se están preparando para darle mayor eficiencia y comodidad al día a día. Nos imaginamos un mundo de la información en un proceso sin vuelta atrás: la información está siendo compilada y el uso que se haga de ella nos terminará beneficiando y le dará un salto de productividad a las empresas.

 La discusión educativa y laboral debería pasar por aquí. ¿Estamos preparando a nuestros hijos y en general a las nuevas generaciones para lidiar con lo que se viene? ¿Serán parte del cambio o al menos se podrán adaptar fácilmente? Cualquier programa que no contemple lo que se conoce como la cuarta revolución industrial está condenado al fracaso.