Noticias El Periódico Tarija

Luis Fernando Ortiz Daza

 «Nos vamos muriendo con los que se nos mueren que nos acompañaron en la vida, amigos y hasta enemigos.» Vidas que no están que se van con nosotros. No debe extrañar que los mineros, campesinos, transportistas o estudiantes salgan a bloquear. No sorprende porque lo vienen haciendo desde antes del nuevo Estado. Las muertes tampoco nos sorprenden, ya que los bloqueos se han convertido en crónicas de varias muertes anunciadas.

Diez años de bonanza económica y la vida del minero no ha cambiado, sigue pobre levantándose en la madrugada para hacerse engullir en la mina, para seguir siendo esclavo proletario como en los tiempos de la colonia. Sigue allí el minero trabajando a destajo sin horario, jornal, seguro de salud y educación. Saliendo siempre del infierno al frío y del frío al alcohol, de éste a la bronca porque son cinco siglos igual.

 Sigue la sangre del pueblo en los rojos cerros, heridas profundas en las almas de tanta viuda y tanto huérfano. Ahí está la sangre de un hermano, compañero de lucha de uno y otro bando. Sangre valiosa tapada con banderas rotas, soberbia y mentiras. León Gieco con su canción cinco siglos igual, nos dice que en esta parte de la tierra la historia se cayó, como se caen las piedras de los cerros dinamitados para bloquear.

Triste la vida miserable de quien es esclavo de quien se dice su compañero, sabemos que a ellos no les llega la plata, ellos tienen cupos de mineral para el empresario, para el concesionario, si queda algo, algo se les da. La población está cansada de la alevosía de quienes mandan a bloquear, el bloqueo es perverso porque perjudica a otros pobres.

Los medios de comunicación ya alertaron, aunque solo lo hacen cuando estalla la bronca y las autoridades de turno se inquietan solamente cuando aparece el bochinche en la prensa y se culpa a los medios en ese locus externo del cártel de la mentira, la derecha y el imperio. Siempre llama la atención los dinamitazos, las llamaradas y las vías obstruidas.

Así está el campo, así la mina, así las villas, cinco siglos igual, desamor desencuentro, perdón y olvido, cuerpo con mineral, pueblos trabajadores
infancias pobres, cinco siglos igual (LG). La democracia se creó para poder hacer escuchar nuestra voz, nuestras leyes nos permiten protestar libre y pacíficamente. Protestan todos, tú, yo, este y aquel, pero cuando protesta el pobre, el minero, el campesino o el fabril se convierten en subversivos.

Nada justifica ninguna muerte, no hay balas perdidas, no se puede tolerar la muerte de una persona mediante la tortura, el flagelo y al amparo de la turba, no es posible que desde las dirigencias se amenace y las bases cumplan al calor del alcohol, el odio y la venganza.

Algo estamos haciendo mal para que la violencia se recicle, a algunos (muchos) no les está llegando el vivir bien, el gobierno se ha encerrado en su laberinto de mega obras y no ha tecnificado el agro y la minería, ha sido incapaz de acabar con el patrón de la mina y el campo, siguen los terratenientes y siguen los barones de la minería, cinco siglos igual.

Es tinieblas con flores, revoluciones y aunque muchos no están, nunca nadie pensó besarte los pies, cinco siglos igual. Se acaba el tiempo, desde dentro, desde fuera nos vamos muriendo. Desde el poder, desde arriba, desde abajo, algo habrá que hacer, que ya no llegue más la sangre al río, no más pena, luto, llanto y dolor. En Siberia hay una carretera construida por miles de muertos. La carretera de los huesos es una de las rutas más tétricas del mundo no solo por el gran número de vidas que se cobra en la actualidad, sino, sobre todo, por el enorme número de muertos que dejaron literalmente sus huesos en ella.

Allá Stalin el artífice de este genocidio y aquí nosotros que tenemos carreteras que se van llenando también de huesos en cada bloqueo. Paremos esta confrontación, gobernantes y gobernados saquemos ideas paranoicas de nuestras cabezas y avancemos en la construcción de caminos de paz. Escuchemos al otro, es posible entendernos y desarrollarnos en armonía sin amarrarnos del poder y creyéndonos imprescindibles. Esto va no solo para el poder político (oficialismo y oposición), va para empresarios, dirigencias sindicales y de organizaciones sociales.