(ERBOL/CLARIN) La ciudad de Buenos Aires vivirá un ritual atípico este sábado. Su ícono más representativo será testigo de un rito ancestral del norte del país, cuando comunidades indígenas realicen por primera vez en la historia el culto a la Pachamama a metros del Obelisco.
Con la idea de integrar a las colectividades de los pueblos originarios a la gran urbe, bandas de música, autoridades locales y vecinos mezclarán culturas en 9 de Julio y Lavalle. Buscando, eso sí, un pedazo de tierra en medio de un paisaje color gris cemento para poder alimentar a “la Pacha” con papas, quínoa, maíz y cerveza.
Natalia Sarapura es, en gran parte, la responsable del traslado del ritual que arrancará a las 13 horas con bandas en vivo. Secretaria de Pueblos Indígenas del Gobierno de la Provincia de Jujuy, asumió el desafío de organizar la original propuesta.
“Hacerlo en otro espacio es entender que la madre naturaleza es de todos, y que todos somos hijos de la tierra. Que, a pesar de todas las formas de colonización, hemos mantenido nuestra filosofía y que la podemos expresar. También en el centro de Buenos Aires”, cuenta a Clarín con la vista puesta en el Obelisco. A las 16 se hará la tradicional ofrenda.
Hacerlo en la Ciudad de Buenos Aires no deja de ser un desafío para Sarapura. Según cuenta, la apertura de la ofrenda es un debate que durante la década del 90 tuvo lugar al interior de las comunidades originarias, no sólo del Norte, sino de todo el país. Sucede que, ante el avance del paisaje pavimentado y el exceso de publicidades luminosas, Buenos Aires podría representar lo contrario a lo que su comunidad entiende por el respeto a la Pachamama.
“El discurso durante los 90 era que habíamos logrado integrar a las comunidades indígenas al país. Ese era al pensamiento y el sentimiento de un gran sector de la sociedad. Y una pregunta que nos hacíamos era cómo lograr que se tome conciencia de que los pueblos indígenas no sólo existíamos, sino que no éramos una minoría. Una decisión de nuestros mayores fue abrir nuestro ritual con la madre tierra a los espacios públicos: a la gente, las plazas, los dirigentes políticos”, explica.
El ritual consiste en una serie de ofrendas realizadas a la tierra, no como concepto geológico sino más bien como un sistema de creencias amplio. Y para realizarlo se le brindan alimentos, entre otras cosas: “La forma de agradecerle es con varias ceremonias que se hacen durante todo el mes de agosto: se abre el corazón, la boca de la madre tierra y se le ofrenda comida. Papas, batatas, maíz, nuestra hoja sagrada que es la coca, bebidas que preparamos nosotros, la quinoa. Muchos son frutos traídos de la Provincia de Jujuy”, detalla la líder indígena.
Sucede que agosto es, para la cultura originaria, el mes de la Pachamama. Ya se realizaron importantes rituales, como todos los años, en el norte del país. Y ahora, según Sarapura, es tiempo de llevar eso a la Ciudad de Buenos Aires: “Una identidad de los jujeños es la devoción por la madre tierra y el respeto que se siente y se vive en este mes. Y un valor que tenemos los pueblos andinos en general es ese respeto por la Pachamama: por eso le rendimos culto”, explica. Honra, respeto y culto, son las claves que se identifican en las palabras de la militante, siempre con una idea rectora: que la tierra y el hombre son una y la misma cosa y no algo disociado.
Sarapura, quien fue es vicepresidenta primera del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe, una asociación de cooperación internacional que reúne a 22 países, tiene una amplia experiencia en el intercambio cultural es. “Hacerlo en esta gran ciudad es reconocer que todos formamos parte de un todo. Así como en los territorios hay una zona alta y una zona baja, un lugar desierto y un lugar poblado, un lugar de silencio y uno de ruido, nosotros sentimos que somos hermanos y que es nuestra misión compartir la tierra”, reflexiona.
Para esta militante indígena, oriunda de la Comunidad Miraflores de la Candelaria -una parte del pueblo colla de Abra Pampa, a unos 200 kilómetros de la capital de Jujuy-, el evento del sábado es clave para “traer los valores jujeños” a la Ciudad». “Creemos que un patrimonio moral de la sociedad es la filosofía de los pueblos indígenas: está asociada al respeto y a la vida armónica con la madre naturaleza. Jujuy quiere cambiar su paradigma y reconocer el valor de los pueblos indígenas, convertirse en una provincia verde con claro respeto a la madre tierra”, explicó a Clarín. Esta cuestión que menciona no es menor: la provincia, junto a otras del norte argentino como Salta y Tucumán, ha sido protagonista durante los últimos años de salvajes desmontes.
Las comunidades indígenas tienen, de todos modos, una serie de demandas históricas: “Tenemos una agenda pendiente que tiene que ver con la regularización de los títulos comunitarios de tierra, con cumplimiento del derecho a la consulta y el consentimiento previo informado, que es una herramienta jurídica para que los pueblos indígenas, históricamente segregados, tengan un espacio de igualdad y que se escuche su voz”, explicó a Clarín. Y, claro, cuando habla de «sanar» la tierra, apunta a que esto se convierta en políticas concretas de recuperación del medio ambiente.
Participarán del evento el jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta, los gobernadores de Jujuy y Salta, Gerardo Morales y Juan Manuel Urtubey. También autoridades indígenas del pueblo colla, guaraní y quechua, “autoridades de una autoridad milenaria” según Sarapura. Habrá bandas invitadas: Los Tekis, Fortunato Ramos, Diableros Jujeños, Coroico y otras, que tocarán a partir de las 13, en 9 de Julio y Lavalle. Se cortará sólo la arteria principal de la gran avenida (Cerrito y Carlos Pellegrini, junto a los carriles del Metrobús, quedarán liberados).
Lo que Sarapura espera de los vecinos porteños es respeto por el ritual. Quiere que se acerquen a conocer de qué se trata, y también que esto los motive a visitar la Provincia de Jujuy. Por lo pronto, el próximo sábado el espíritu del altiplano se trasladará por unas horas al centro porteño. O por lo menos su ritual más importante: el culto a la Pachamama que, según la dirigente indígena, si se hace una vez, “tendrá que hacerse todos los años”.