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LIDIA AZURDUY R./BOLINFO/TARIJA
(elPeriódico – agosto 21/2016) Son las ocho y media de la mañana de un día cualquiera y el Mercado Central (hoy instalado en las inmediaciones de la Universidad Juan Misael Saracho) ya tiene visitantes listos para comer; la oferta es variada reflejada en múltiples colores que atraen y llaman a ser probados.

Desde el ingreso puede observarse como algunos comensales ya detienen el paso poco apresurado, para tomar jugos o zumos de la estación, también está la oferta de mezclas de frutos, verduras y algún otro «ingrediente» para mejorar el sistema digestivo, solucionar el problema de la calvicie y otras tantas afecciones, dicen las vendedoras.

El sector desayuno, recibe al visitante con sopaipillas, empanaditas de queso con alguna bebida caliente como para impulsar la jornada laboral. Pero para aquellos con más apetito, desde tempranas horas se puede comer lo que para otros constituye un almuerzo; desde el típico saice, guiso de fideo, ranga o hasta la incursión de platos que incluso son de otros departamentos como el “majadito camba”, proveniente de Santa Cruz.

Es por ello, que para los que acuden seguido al mercado, resulta difícil aburrirse o empalagarse de la comida, puesto que la oferta satisface diversos paladares. Sin embargo, el comer en el mercado a diferencia de un clásico restaurante requiere enfocarse en ello, puesto que las instalaciones y la naturaleza misma de lo que implica un mercado con comedor, obligan a comer sin muchas distracciones porque ya habrá quienes aguardan un lugar o la solución para los más impacientes comerán parados, esquivando el tumulto de gente.

En el mercado, encontraremos algún extranjero que por recomendación llegó al lugar, también algo esquivos algunos funcionarios públicos que acuden a comer casi tan puntuales como el marcado de ingreso y salida del trabajo y personas de diversas clases sociales y ocupaciones, todos presentes para comer.

Estos pequeños gustos o deleites, son aún permitidos en una ciudad como Tarija Cercado, en la que el ritmo de vida, las distancias relativamente cortas, parecieran no apurar y a diferencia de grandes metrópolis, el tarijeño maneja y detiene el tiempo y lo moldea a un estilo de vida relajado, en el que la calidad de vida también se mide por vivir de manera pausada. (eP)