¡Dios mío!, bendice mi casa, para que sea el hogar del amor y la paz.
Bendice, la puerta abierta como dos brazos extendidos que dan la bienvenida a mis invitados.
Bendice, las ventanas que dejan entrar el sol a raudales cada mañana, y por donde se asoman las estrellas del firmamento, que son luces de esperanza para la humanidad.
Bendice, los muros que nos defienden del viento, del frío, del calor, y que son nuestros amigos en las horas que pasamos en la casa.
Bendice, nuestra mesa, y los sitios de trabajo diario para que nos ayudes, y el lugar de reposo para que nos guardes del peligro.
Bendice, el techo que cobija los afanes de hoy, y los sueños de mañana, y que guarda para siempre entre los vivos, la memoria sagrada de los que se han ido al cielo.
Bendice, la luz de la casa, la madre, la fuerza, y el aliento… el padre, y que sean benditos los hijos, luz de esperanza, y de sueños futuros.
Bendice, los sentimientos, las ternuras, el amor, los anhelos que florecerán en nuestras vidas cotidianas.
Bendice, nuestros pensamientos para que siempre sean puros, y las palabras para que sean rectas, y que nuestros actos en la tierra nos conduzcan a ti.
Bendice nuestras horas de paz y de silencio, para que fortalezcamos juntos nuestro espíritu, y este nos lleve puros hacia ti.
Bendice, nuestros dolores más profundos, y nuestras alegrías porque son el corazón de la familia.
¡Señor!, quédate siempre con nosotros… en tu morada… en nuestra casa!