EL CRONISTA
Cuando en junio el precio del petróleo subió por encima de u$s 50 el barril, para las petroleras internacionales parecía que lo peor había pasado. Pocos esperaban un regreso de los buenos tiempos de la industria con el barril a u$s 100, pero se creía que había comenzado la recuperación. Dos meses después, con precios otra vez cercanos a u$s 45 el barril, ese optimismo se extinguió.
Los resultados de las principales petroleras en el segundo trimestre fueron peores de lo previsto, con fuertes caídas en las ganancias, aumentos se deudas y panoramas pesimistas. Además de precios débiles para el crudo y el gas natural, los márgenes para los productos refinados también disminuyeron, porque el exceso de producción y las altas tasas de almacenamiento llegaron a las cadenas de abastecimiento. BP dijo que sus márgenes de refinación en el segundo trimestre fueron los más bajos desde 2010.
«El exceso de crudo se tradujo en una superabundancia de productos refinados», dijo Michele Della Vigna, co director de investigación de acciones europeas en Goldman Sachs. «Por lo tanto, las principales petroleras integradas están recibiendo el golpe en ambos extremos».
Como respuesta, las compañías otra vez están disminuyendo la inversión. Sin embargo, con sólo recortar costos no alcanza para defender el retorno de los accionistas. A excepción de Eni de Italia, todas las grandes petroleras hasta ahora mantuvieron sus preciados dividendos, pero tuvieron que ampliar el endeudamiento para hacerlo.
La deuda neta de Shell se incrementó en u$s 5.000 millones en el segundo trimestre a un récord de u$s 75.000 millones. Simon Henry, director financiero, admitió que el ratio deuda/capital del grupo corre el riesgo de no cumplir con el límite superior a 30% que se impuso la misma compañía.
«El hecho de que las deudas estén aumentando muestra que los grupos más grandes no están pudiendo financiar sus dividendos orgánicamente con estos precios», dijo Tom Ellacott, director de investigación corporativa en Wood Mackenzie, consultora de energía.
Hace un año, los grupos petroleros hablaban de la necesidad de un punto de equilibrio a largo plazo de u$s 60 el barril. Eso era suficiente para una industria que había crecido «gorda» con precios dos veces superiores a ese nivel. Pero las compañías ahora están reconociendo que todavía se necesita una acción más severa. BP, por ejemplo, apunta a cubrir todas sus necesidades de efectivo incluyendo su dividendo con un petróleo de entre u$s 50 y u$s 55 el barril el año próximo.
Los analistas y los ejecutivos del sector sostienen que esta difícil situación hace que la industria se vuelva más «flaca» y productiva. Decenas de miles de puestos de empleo fueron eliminados, los contratos renegociados con los proveedores de servicios y los procesos de ingeniería, simplificados. «Estamos empezando a ver los beneficios de proyectos que están siendo revisados con un economía muy mejorada», aseguró Ellacott.
Esa mayor eficiencia está disminuyendo el potencial costo de los nuevos yacimientos de petróleo y gas. De los 13 millones de barriles diarios de recursos probados pero no explotados disponibles para ser desarrollados, el punto de equilibrio promedio cayó u$s 19 el barril desde el pico de 2014, a u$s 51 según Wood Mackenzie.
Ha habido algunas señales de que los mejores costos le están dando confianza a las compañías para reanudar búsqueda de crecimiento futuro.
«Hay un complicado malabarismo entre recortar costos para lograr la neutralidad del flujo de caja y al mismo tiempo mirar a largo plazo,» aseguró Ellacott. «Estamos viendo a las grandes petroleras tratar de posicionar sus carteras a las oportunidades de crecimiento más atractivas y de menor costo»