No se puede dar lugar a que un problema como el del PROSOL desencadene en hechos violentos porque ese no es el lenguaje que resolverá las controversias que se generaron. Lo sucedido este jueves con el Secretario de la Gobernación, Luis Alfaro, no es tolerable, no se puede aceptar, no es que se esté exagerando porque fueron unos «agarrones y jalones» que rompieron sus ropas, no puede necesitarse más daño para pronunciarse en contra de actuaciones que rompen toda línea de respeto y coherencia.
El sector campesino tiene sus demandas, sus requerimientos, más allá de gustos o pareceres, se deben respetar, es discutible y debatible, vivimos en democracia y la tolerancia debe ser parte de nuestro modo de coexistir. El PROSOL es un programa mediante el cual se pretendía atender las necesidades más urgentes del campesinado, potenciando el agro, tecnificándolo, orientando su producción y mejorando la calidad de vida de quienes moran en el campo. Sus resultados son más que cuestionables y cada vez se destapan otros posibles hechos de corrupción en la administración de sus recursos, es mucho dinero que sucumbió ante la falta de transparencia y la ausencia de fiscalización, hay un viejo dicho que dice que «en arca abierta, hasta el justo peca»… puede que aquí haya sucedido algo así.
La dirigencia campesina debe ser muy responsable en la manera que conduce a las bases de este populoso sector, no se puede incitar a la violencia, no se puede empujar a usar agresiones como método de persuasión. Se está abriendo de nuevo una brecha entre el campo y la ciudad y eso no es bueno, la tendencia era diametralmente inversa, se pretendía más bien acercar a estos segmentos de alta interdependencia, de ahí lo delicado del asunto y la responsabilidad de los dirigentes en las formas de plantear sus exigencias. Pero lo mismo también se le propone a las autoridades de la Gobernación, que lo peor que podrían hacer es subestimar al campesinado y no abrir de manera franca los escenarios reales de diálogo y entendimiento, el mensaje es para ambos… es tiempo de sentarse a hablar sin querer pasar por encima del otro, sin intentar imponer nada, pensando que estamos en el mismo barco y juntos lo debemos sacar a flote. Los extremos son malos, las posiciones son nefastas, buscando el equilibrio, manejando opciones, con seguridad estemos más cerca de alcanzar un entendimiento que permita la convivencia pacífica y armoniosa como siempre fue y debe seguir siendo.