Debe implantarse la conciencia de que no podemos ´hurgar´ la naturaleza a placer sin esperar que esa acción no genere una reacción, lo malo y preocupante es que desconocemos las verdaderas dimensiones de esa reacción. La soberbia humana y su falta de humildad ante el universo nos está mostrando cuan equivocados estamos. Como cuando extraemos los áridos de un rio sin control alguno y ante la mirada permisiva de nuestras autoridades. ¿ Podemos esperar una fotografía de mejores colores de nuestro Rio Guadalquivir si hemos tolerado su depredación durante décadas?,¿ podemos calcular el daño ocasionado no solo al rio sino a todo lo que vive de él y con él, incluidos nosotros mismos?. No podemos mirar con ´luz corta´ solo para esconder la cabeza ante la realidad, cuando precisamos conocer a largo plazo las consecuencias que se harán evidentes e irreversibles. El problema es que la naturaleza tiene sus tiempos y el hombre los altera de manera irrespetuosa y atrevida, pero cuando ella despierta para reclamar lo que le hicieron buscamos culpables arriba sin querer ver que los responsables somos muy terrenales.
Se pusieron de moda las mega obras cuyo fin consiste en ‘mejorar´ la calidad de vida de la población y la generación de recursos económicos que puedan ser utilizados en proyectos de beneficio común. Se aplaude. Pero la ´búsqueda de la felicidad´ puede convertirse en un cuento de terror más allá si no medimos que otros efectos tendrá el construir esto o aquello. Todos nos mostramos satisfechos cuando se inaugura un gasoducto, una termoeléctrica, una petroquímica, etc. porque supuestamente son señales de que ´estamos progresando´, pero como ya expresamos, primero deberíamos