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Max Murillo Mendoza

En estos días  patrios leo un montón de tonteras en varios medios de comunicación, respecto de lo que es civismo u homenajes a la patria. Todos en tonos decepcionantes porque no encuentran por ningún lado, peor en los más jóvenes, algo de civismo. Y civismo para el común denominador de la masa es cantar himnos, gritar patria y desfilar como soldados ciegamente. Sin sentido alguno. Es absolutamente lógico que no encontremos civismo en un país donde nuestras naciones no tengan Estado, es decir imaginarios de Estado, es decir instituciones que hayan traducido a nuestras culturas. Los únicos nacionalistas de nuestra historia tradicional que eran los del MNR, eran simples y vulgares copiadores de los modelos políticos nacionalistas de moda, de Argentina o Perú. Realmente sin idea alguna de lo que es Nación Y Nacionalismo. El MNR fue el signo más claro del fracaso de las clases medias racistas, sin identidad con este país, sin historia ni nación alguna. Hoy despistados como siempre se unen a las izquierdas occidentales oportunistamente, y también sin identidad cultural.

Aquellos Paz Estensoro o Juan Lechín Oquendo no podían ser nacionalistas, porque no tenían cultura alguna como representación. Paz Estensoro no era ni quechua o aymara. Lechín Oquendo era descendiente de árabes y tampoco tuvo interés alguno por nuestras culturas. Es decir, los únicos nacionalismos reales y con vocación de crecimiento son aquellos que responden a una cultura concreta, a una raíz cultural, a una identidad idiomática, a unos mitos y a una historia común compartida. En el caso de las historias europeas fueron los alemanes los que nos enseñaron a profundizar el sentido nacionalista. Los alemanes en el siglo XIX despertaron de un letargo demasiado largo, cuando se unificaron como Nación alrededor de su cultura, de su idioma alemán, de sus mitos y sus propios dioses, de sus propios filósofos, de su propia música, de sus religiosidades y de su propia historia. Esa fuerza interior y de raza les dio a los alemanes una fuerza monumental, como para enfrentarse con todo el mundo, a pesar de los pesares. Esa Nación alemana, produjo inevitablemente un Estado alemán.

En el territorio  llamado Bolivia, sólo quechuas, aymaras o guaraníes podemos construir verdaderos nacionalismos, es decir Naciones y Estados propios. Los demás no tienen historias propias, o son parte de las culturas invasoras sin identidad con historias nuestras. No hablan nuestros idiomas, no comparten nuestros mitos, no son parte de nuestros imaginarios. Por esas profundas razones históricas, hasta hoy no tenemos naciones y estados propios. Los que siempre nos gobernaron perdieron la mitad de nuestros territorios, y no les interesa perder otros más porque no es su territorio, porque no son de nuestras culturas. Los mismos apellidos extranjeros lo dicen todo. Y el Estado que construyeron esas castas extranjeras lo hicieron a espaldas de nuestras realidades. Estado racista, excluyente, corrupto, expoliadora y explotadora: absolutamente en contra de nosotros. Sin políticas de Estado incluyentes.

Entonces, es nomás lógico que los habitantes de estos territorios pues no tengan nada de nacionalismo o civismo, nada de cariño e identificación con ese Estado artificial, impuesto por otras culturas ajenas y continuadoras de las políticas coloniales. Nadie puede identificarse con una institución que maltrata y odia a sus habitantes, a sus propios habitantes y nada positivo otorga en los territorios donde domina. Nadie puede identificarse con un Estado que sólo ha traído tragedias a sus habitantes: guerras perdidas, territorios perdidos, saqueados y su propia gente masacrada y discriminada. Nadie puede identificarse con un Estado manejado por extranjeros, o descendientes de estos a nombre de culturas civilizadas: los resultados ya los sabemos. Nadie puede identificarse con un Estado que no maneja sus propios imaginarios educativos, sus propias normas históricas. Sus propias lógicas económicas y sociales. Nadie puede identificarse con un Estado donde se burlan de nuestras propias culturas, de nuestras propias costumbres.

Sólo nuestras naciones construirán Estados reales y verdaderos. Sólo nuestros nacionalismos étnicos pueden construir instituciones que reflejen las coordenadas sociales quechuas, aymaras o guaraníes, como los alemanes tradujeron bien lo alemán y su alma. Porque sólo ellos entendían bien el espíritu mismo de lo alemán. Por estos territorios los occidentaloides nunca entenderán lo que significa Nación y Territorio, y definitivamente nunca entenderán lo que es patria y nación quechua, aymara o guaraní. Es tan elemental y tan claro como el agua de montaña. El Estado construido a imagen y semejanza de la colonialidad ha fracasado rotundamente. Ni siquiera los dueños de esa construcción, que son los coloniales, se identifican con lo suyo sino lo desprecian: se desprecian a ellos mismos. A todas luces necesitamos construir nuestros propios Estados.

Sí, el Estado republicano colonial nada bueno tiene como historia, sino pobreza, marginalidad, racismo, discriminación, subdesarrollo, dependencia, corrupción y asalto de extranjeros en las instituciones. Ese Estado colonial sólo ha empobrecido nuestros territorios. Sus importaciones ideológicas de derecha o izquierda tampoco han sido respuestas adecuadas a nuestras complejidades. Ahora los vemos con nitidez y claridad. Sólo la construcción de Estados culturalmente puros, a partir de nuestras naciones milenarias, es la respuesta a tanta estupidez importada y fracasada. La evidencia de esta afirmación tiene ya dos siglos de fracaso republicano, y su mestizaje forzado y vulgar como inculto.

Como corolario y lógica conclusión: no puede existir civismo o patriotismo con instituciones fracasadas o nada representativas. Que avergüenzan y ni siquiera hablan nuestros propios idiomas. En el Estado alemán todos hablan alemán, su idioma originario. No puede existir civismo cuando no hay alma y cultura propia. No puede haber civismo cuando no hay identidad y raza con nuestra propia historia. Son demasiadas razones históricas; sobre todo la enorme carga de fracaso republicano que tenemos en las espaldas, para construir nuestros propios Estados naciones quechuas, aymaras y guaraníes. Los occientaloides sólo nos han llevado al fracaso y a la pobreza. Ya hace tiempo es hora de que dejen este país, y por fin nos entreguen lo que nos corresponde hace miles y miles de años. Sólo nosotros podemos construir civismo, no los impostores y los imitadores de occidente, sin historia, sin autoestima y sin nación e identidad.

La Paz, 6 de agosto de 2016.