Gastón Cornejo Bascopé
(Ex Senador del Estado Pluricultural de Bolivia)
He recibido el increíble correo virtual:
“Ayer 14-03-16 se aprobó en la cámara de diputados el acuerdo firmado entre el gobierno boliviano y el ruso. Rusia estará a cargo de la importación de material nuclear a Bolivia; normará el manejo nuclear y el personal boliviano para todo el proceso, el ciclo del enriquecimiento del uranio o combustible nuclear (desde su extracción de las minas hasta su procesamiento industrial); también el control de los residuos nucleares radioactivos, su almacenamiento en Bolivia; la construcción de los “reactores nucleares de potencia” en El Alto así como la investigación y pruebas nucleares.
El uranio enriquecido introducido por Rusia y el producido en Bolivia así como los desechos radiactivos de su industrialización y de los reactores nucleares, no serán expatriados a Rusia, aunque sí a un tercer estado.
Ratificado, este convenio tendrá carácter de Tratado Internacional, sin fecha de caducidad, para siempre, y será “Secreto de Estado” para Rusia y para Bolivia. Nadie tendrá acceso, ni diputados, ni senadores y su divulgación, siendo un secreto de Estado, significa cárcel. Bolivia nunca podrá deshacer este Tratado a menos que Rusia lo acepte!
¿El Alto “Basurero nuclear”, lugar de experimentos atómicos disfrazados de «investigación nuclear”, Bolivia fábrica de uranio enriquecido? ¡Imposible! Es el colmo de la distorsión bioética en comunicación afirmar que autoridades nacionales aprobaran tremendo desajuste internacional, el sinsentido y el extravío mental.
El Congreso mundial del Humanismo Universalista en Madrid determinó los peligros de los reactores de potencia: Contaminación atmosférica por gases radiactivos eliminados de los reactores, partículas suspendidas de polvo de uranio radiactivo producto de su refinamiento. Contaminación de las aguas superficiales, por el vertido de líquidos radiactivos, sin límite permisible (no hay límite benigno de irradiación, ni de seguridad – la pastilla de cobalto en el hospital Obrero Nº 2 estaba envuelta en paredes de grueso cemento). Contaminación de la Tierra, con basura nuclear enterrada en depósitos que contaminarán las aguas freáticas, de ríos y lagos próximos. Ningún alimento que se cultive en sus alrededores, hasta cientos de kilómetros, estará libre de radiación.
El mensaje epiloga con un aullido: ¡Compatriotas, hemos sido vilmente engañados. Nos dijeron que era un programa de salud, para curar el cáncer, para mejorar los alimentos. Es totalmente falso!
El cáncer no se cura con uranio enriquecido ni mejora los alimentos. Los residuos producen malformación como los corderos expuestos en el Senado gracias al tren de basura radioactiva inglesa enterrada en el altiplano hace más de una década.
El terrorismo mediático virtual es peligroso y el Parlamento es una tribuna de respeto. El falso mensaje pretende hacer creer a los ciudadanos de Bolivia, Chile, Perú, Brasil, Argentina y Paraguay que han sido engañados con un proyecto energético y de salud.
Grave imaginar un Chernobyl boliviano, un Fukushima alteño, el invierno nuclear sobre todos los nombrados de esta América que se resiste a integrarse, más bien desintegrada por el rico y liberado uranio infiltrado en la atmósfera, las aguas y la tierra de nuestro hermoso continente.
Bolivia presta a construir “Armamento nuclear ruso”, es un argumento opositor muy débil, una oscura utopía de irresponsables.