Karen Arauz
No importa cuán largo, terapéutico o relajante sea ausentarse. Basta pisar suelo patrio para que la realidad golpee, se erice la piel y se llore por la cuenta de banco en estado vegetativo. El permanecer lo más lejos posible de las redes sociales y de la costumbre refleja de despertar sólo para imbuirse en los periódicos para saber que está pasando, al momento te sacude la convicción de que no pasa nada que no sea más de los mismo. O peor.
Es interesante descubrir que no solo globalmente se repele a la generalidad de los políticos norteamericanos. Hoy se percibe que ellos, normalmente menos inclinados a la política como deporte de masas al estilo boliviano, sienten una profunda aversión por los dos candidatos que terciarán por la presidencia en noviembre. La tirria que grandes segmentos de la sociedad americana siente por Donald Trump, el candidato que debiera representar a la derecha y que ha logrado conquistar a la clase media anglosajona más un par de ruidosos latinos más papistas que el Papa, se contrapone a casi los mismos grandes segmentos que apoyan, con resignación, a Hillary Clinton.
Los unos creen firmemente que Trump arrasará con cuanto inmigrante pisa suelo americano además de poner en riesgo la seguridad interna, agravada por su afinidad con Putin mientras los otros ven una peligrosa inclinación de la Sra. Clinton por una demagogia estilo latinoamericano además de su desprolijo manejo de delicados asuntos cuando fungió como Secretaria de Estado. Aunque el desenlace será apasionante pues es indudable que nos alcanzarán las cenizas de esa erupción, no nos llega a mover el piso como por ejemplo la nueva asignación de millonarios recursos del TGN ( ¿o echando mano de las reservas?) en proyectos con más cariz demagógico electoralista que verdadera intención de promover desarrollo. Si no lo lograron en una década y con ingentes recursos, no hay razón para creer que las cosas cambiarán cuando en el horizonte de los indicadores económicos, se van formando negros nubarrones que no todos ven.
El discurso reiterativo sobre grandes intenciones de finalmente poner al país en la senda del progreso y la productividad, suena, por decir lo menos, caradura. El lanzamiento de la segunda versión del Fondo Indígena, nos deja pasmados. Nemesia Achacollo, cuya afinidad con el Presidente no es ningún secreto, ha gozado hasta ahora del más conspicuo amparo. La «licitación» -o lo que entienden por ello-, para la construcción de dos stadiums para 60 mil personas cada uno, como paso previo a un supuesto mundial de fútbol sub lo que sea, es otro batacazo al sentido común y la sensatez. Estamos cansados de tragar saliva y contener la indignación por las manifiestas necesidades básicas de millones de bolivianos a quienes se los usa de modo repulsivo. La ciudadanía paceña es seguramente la más autorizada para testificar cómo es que hacen mediáticamente, para invisibilizar los problemas reales. Los discapacitados asentados en lo más crudo del invierno, sobrevivieron gracias a un grupo de activistas que nunca aflojaron en su solidaridad y del ciudadano común conmovido en su sentido humanitario.
En este país, lo que no gusta de lo perpetrado por el poder, se oculta. O se distorsiona. Las maniobras distractivas gracias a recursos que bien merecerían un mejor destino, está sin duda horadando muy profundamente en nuestra voluntad. El despliegue mediático para sacar del centro de la escena a los autores intelectuales del caso Zapata-Camce, arrinconando a cualquiera que insista en la obligación de encontrar la verdad, es obsceno. Lo que en ley debiera ser explicado por la administración masista -porque con la justicia no podemos contar-, solo encuentra en contadas personalidades de la oposición o de la prensa, vanos esfuerzos de desenmascarar. La impunidad es política de Estado. Aparentemente, la única.
La avanzada «diplomática» de inspección a territorio chileno encabezada por el Canciller Choquehuanca, flanqueado por los presidentes de las Cámaras es una de esas situaciones «trágame tierra». No se puede ni imaginar, que es lo que pasa por la cabeza de la clase dirigente incapaz de una mínima reflexión ni un ápice de discernimiento.
El empoderado cocalero Loza, quien lanza toda clase de amenazas, sin ningún escrúpulo acaba de afirmar que ellos harán lo necesario para no solo reelegir ilegalmente a Evo Morales el 2019, sino que se encargarán de lograr un mandato a perpetuidad. Perón, cuyos dichos no son siempre dignos de recordar, sostuvo en una ocasión que las masas avanzarían. Con dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes.