Nayú Alé de Leyton
Estamos viviendo tiempos difíciles, por eso nos preguntamos, ¿Qué ha pasado en el mundo de hoy? ¿Cómo es posible tanta violencia? Nunca como ahora el mundo entero está revolucionado, sabemos de que el mundo nunca ha sido completamente apacible y lleno de paz, siempre ha existido la violencia, el descontento de muchos hombres y mujeres; porque la maldad y el egoísmo se ha campeado de un extremo al otro; pero hoy es diferente, la violencia, el descontento, la desconfianza, la inseguridad, sacuden a nuestro país de un extremo a otro; todo esto a dado lugar al enfrentamiento, al resentimiento y al regionalismo y todo esto trae división y cuando no hay unidad, no hay respeto a la dignidad de las personas, ya la verdad deja de ser el estandarte que se enarbola para llevar adelante un ideal.
Hoy se ha desbordado la maldad, como cuando se desborda un río y arrasa con todo lo que está a su paso.
La pobreza se va apoderando de nuestro país.
Ya no nos miramos como hermanos los hijos de Bolivia, se siente en el aire la desconfianza de los unos a los otros.
Es todo lo contrario de lo que predicó el divino Maestro, Él le pedía al Padre cuando iba a volver al cielo: “Padre que todos sean uno” y también nos pidió: “Amaos los unos a los otros”.
Sabemos que la paz es fruto de la justicia, por lo tanto donde no se actúa con justicia se rompe la paz, la paz es un tesoro de valor incalculable, la paz es vivir con tranquilidad nuestra libertad.
Creo que ante tantos acontecimientos de violencia física y verbal en medio de la cual estamos viviendo, tenemos que hacer un alto, tenemos que reflexionar, tenemos que levantar los ojos hacia nuestro Padre Celestial, no lo olvidemos, acordémonos de que no estamos solos en la tormenta que nos azota, El puede calmar los vientos de la violencia y la tempestad del odio y del rencor; por eso no nos olvidemos de Dios.
Es ahora cuando debemos orar, la oración es hablar con Dios, El nos escucha, es un Dios vivo, presente en el mundo; pero nosotros no acudimos a El, busquemos su protección, su ayuda, el orar no solo es para las mujeres, sino para los hombres y para la juventud. Todos somos hijos de Dios y como hijos acudamos ante nuestro Padre que todo lo puede.
Reconozcamos que vivimos olvidando al Señor, nuestro afán, nuestra preocupación están lejos de toda espiritualidad.
El mundo se debate en un clima de incomprensión, de egoísmo, de ambición; no importa quien caiga, a quien se pise; no importan los medios para llegar al fin que es el poder y el dinero.
Busquemos a Cristo, El como hombre ha condenado toda maldad, ha enseñado con amor, nos ha señalado el camino del bien y de la verdad, nos ha dado ejemplo de humildad y obediencia al Padre.
El, que sea nuestro modelo, caminemos pisando sus huellas, revisemos nuestra escala de valores, para mi ¿Qué es lo primero? ¿Qué busco? ¿Qué vale más? ¿Será que estoy buscando lo mejor para mi vida?
Busca la palabra del Señor, que te orientará y te indicará tu norte.