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La mitad de los ciudadanos de seis países, entre ellos España, rechaza que la Unión Europea haga concesiones al Reino Unido tras el Brexit. Salvo en Polonia, entre el 47% y el 55% quiere que se le retiren a Londres rápidamente las ventajas económicas y comerciales de las que dispone por pertenecer al club. Como mucho, que se firme con Reino Unido acuerdos preferenciales. Pocos son lo que desean que el Brexit no le pase factura a los británicos. Este es uno de los resultados del sondeo encargado a Ifop por la Fundación francesa Jean Jaurés y la Fundación Europea de Estudios Progresistas.

Los más partidarios de mantener una línea dura de negociación con Londres tras el referéndum a favor de abandonar la Unión Europea son los de mayor edad. “Esa generación sabe que el Reino Unido siempre ha exigido exoneraciones y que estas, finalmente, no han valido para nada. De ahí que haya ahora mayor intransigencia”, explica a este periódico Jérôme Fourquet, director del departamento de opinión y estrategias de Ifop.

A la exasperación de una parte importante de la ciudadanía por el Brexit, en algunos países, sobre todo en Francia y Alemania, se vislumbran nuevas oportunidades para la economía nacional gracias justamente al abandono del Reino Unido del club europeo.

El sondeo demuestra una evidente inquietud por el Brexit y hasta un tercio de los ciudadanos teme que proliferen los referendos nacionales hasta acabar incluso con el proyecto europeo. Esta semana se ha conocido, por ejemplo, que en Holanda ganan (54%) los partidarios de realizar una consulta semejante en su país. En los aquí analizados, sin embargo, el rechazo a realizar nuevas consultas aumenta tras el Brexit. En anteriores encuestas, en la mayoría de los países hasta el 65% de los ciudadanos eran partidarios de hacer referendos para preguntar sobre la pertenencia a la UE. Hoy ese porcentaje oscila entre el 40% y el 45%.

Este sondeo se realizó entre 28 de junio y el 6 de julio (poco después del Brexit) en seis países europeos: cuatro fundadores (Francia, Alemania, Italia y Bélgica) y dos grandes adheridos después (España y Polonia). En ninguno de ellos ganaría una consulta la opción de abandonar la UE. Incluso en Francia, donde el Frente Nacional promueve el Frenxit, el 67% de los votantes elegiría quedarse.

“En general, el Brexit ha generado una importante inquietud entre los europeos”, constata Fourquet. España y Polonia, con grandes intercambios comerciales, son los más preocupados, pero la idea principal es que es el Reino Unido el país más negativamente afectado por el Brexit. La mitad de los ciudadanos de los seis países vaticinan un debilitamiento de la economía británica en los próximos años. Los alemanes (69%) son los más convencidos de ello frente a los italianos (46%).

A pocos les ha gustado el resultado del referéndum británico. El entusiasmo por lo sucedido es casi inexistente, salvo en Francia, donde hasta el 10% de la población dice estar contenta por lo ocurrido. El Gobierno francés es el más favorable a lanzar de manera inmediata una especie de refundación de la Unión Europea. Sus ciudadanos, sin embargo, no parecen muy confiados en ello. Solo el 37%, según el sondeo de Ifop, tiene confianza en esa nueva etapa. Pero la mayoría en todos los países (entre el 58% y el 71%) muestran sus preferencia por una mayor integración: consideran que hay que tener un ministro de Economía y Finanzas de la UE y un presidente elegido mediante sufragio universal.

Mención aparte merece Alemania, el país más poblado y poderoso de la UE, líder natural del club en los últimos años tras su reunificación. Sus ciudadanos son los que mayor confianza demuestran en las posibilidades de la Unión Europea de salir adelante estableciendo bases nuevas (54%) y su evolución hacia un mayor europeísmo es espectacular: en solo dos años, el porcentaje de personas que cree que pertenecer a la UE es positivo ha aumentado casi veinte puntos hasta situarse en el 81%, al mismo nivel que los españoles. Solo les ganan los polacos (89% de la población).

Tras el Brexit, se reduce el apoyo a nuevas ampliaciones de la UE. Si hay que consolidar la casa no es momento de mudanzas. La opinión favorable a la adhesión de Turquía no deja de decrecer; incluso en España (el porcentaje se ha reducido en este país de 78% en 20014 al 34% actual). Se abre la preferencia en los seis países analizados a establecer acuerdos comerciales preferenciales antes que incorporarlos al club.

También mención aparte merece Italia. El europeísmo de sus ciudadanos se ha instalado a la baja y es hoy el que registra el más bajo nivel. El 41% de la población cree, incluso, que la UE es una mala cosa para su país. El pesimismo es más pronunciado después del Brexit. Los italianos son los que más temen que se multipliquen los referendos y se ponga en peligro la existencia de La Unión y también los más partidarios de recuperar su vieja moneda. En 2011, el 31% de la población quería volver a la lira. Hoy, ese porcentaje se eleva al 43%. “Lo singular de Italia es que el euroescepticismo desborda los límites de la extrema derecha”, dice Fourquet.

Ni siquiera en Francia, donde el partido más votado en las europeas fue el Frente Nacional, hay tanto deseo de volver al franco como defiende la líder ultraderechista Marine Le Pen. El porcentaje, no obstante, es importante: un 29%. Pero su tendencia es la inversa a la que se registra en Italia.

Este sondeo se basa en un millar de encuestas realizadas en cada uno de los seis países seleccionados de entre muestras demográficas representativas. El referéndum británico se celebró unos días antes, el 23 de junio. La Fundación Jean Jaurés ha ofrecido el resultado del sondeo europeo a EL PAÍS en exclusiva para España.