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Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba una chicharra, que para variar estaba cantando y le pregunto: “Hacia dónde te diriges”. Sin dejar de caminar, la oruga contestó: “Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle, me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo”. Sorprendida, la chicharra dijo, mientras su amigo se alejaba: “Debes estar loco, cómo podrías llegar hasta aquel lugar tú, una simple oruga, una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable”. Pero el gusanito ya estaba lejos y no le escuchó, sus diminutos pies no dejaron de moverse.


La oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Pero del mismo modo que la chicharra cantora, la hormiga, la araña, el topo y la rana aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño, diciéndole: “No lo lograrás jamás”. Pero en su interior del gusanito había un impulso que lo obligaba a seguir. Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar, “estaré mejor”, fue lo último que dijo y murió.

Todos los animales del valle en romería fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo, había construido con su tumba un monumento a la  insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Pero una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una “advertencia para los atrevidos”. De pronto quedaron atónitos, aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y unas antenas que no podían ser de la oruga que creían muerta, poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas color arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos, una mariposa. No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría, se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir…