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(INFOBAE) El 14 de julio de 2015 miles de iraníes salieron a las calles de Teherán para celebrar el acuerdo nuclear con las grandes potencias que ponía fin las sanciones internacionales. Pero cuando sólo ha pasado un año de esos festejos, el entusiasmo se ha convertido en escepticismo.

El acuerdo firmado en Viena tras años de negociaciones entre Irán, por una parte, y Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China, Rusia y Alemania, por otra, permitió levantar las sanciones internacionales contra Irán a cambio de que el país renunciara a su programa de armas nucleares.

Pero un año después, los resultados son muy limitados y ello a pesar de las visitas a Teherán de numerosas delegaciones políticas y económicas extranjeras, atraídas por el gran potencial de este país de 80 millones de habitantes, rico en petróleo y gas.

En los últimos meses, Irán ha conseguido aumentar sus exportaciones de petróleo y beneficiarse de algunas inversiones extranjeras. Pero todavía no han llegado contratos esperados, como los del sector aeronáutico.

Irán cerró preacuerdos con Boeing y Airbus para comprar al menos 200 aparatos y renovar los viejos aviones iraníes, pero se necesita el visto bueno de Estados Unidos, que todavía no lo ha dado.

A pesar del acuerdo, Washington sigue prohibiendo las transacciones en dólares con Irán y amenaza con represalias a los bancos internacionales que intenten hacer negocios con personalidades o entidades iraníes acusadas de «terrorismo» o de violaciones de los derechos humanos.

Estados Unidos también mantiene las sanciones contra Irán relacionadas con su programa de misiles balísticos.

«Aunque es verdad que las sanciones se han levantado de manera restrictiva, se puede venir a trabajar a Irán si se tiene un socio (iraní) que no está sancionado», matiza Romain Keraval, director en Teherán de Business France, una entidad que facilita la implantación de compañías francesas.

Miedo a una vuelta atrás

«La dinámica es buena pero hace falta valor político para avanzar. También hace falta ser serio tanto en la aplicación como en la negociación del acuerdo», indica una fuente diplomática europea.

El presidente iraní, Hasan Rohani, que lideró las negociaciones nucleares, espera ahora que las repercusiones económicas del acuerdo le permitan ser reelegido en 2017 par otros cuatro años.

Sus partidarios piden «paciencia», en un país donde la vida diaria no es fácil para muchos y que posee nada menos que un 11% de desempleo.

«Las sanciones fueron un enorme obstáculo para el crecimiento de la economía», pero su levantamiento no puede ser «el único motor de crecimiento económico», recuerda Said Leylaz, un economista próximo al presidente.

Los conservadores y sus aliados opuestos a Rohani son partidarios de potenciar la producción nacional y no las inversiones extranjeras.

Una posición que comparte el guía supremo Ali Khamenei, quien prefiere una «economía de resistencia» y es muy crítico con la falta de resultados tangibles del acuerdo del año pasado.

El máximo líder religioso del país sigue además denunciando al «enemigo» estadounidense, contrario a la expansión de la influencia iraní en la región.

Amir Mohebbian, un experto político cercano a los conservadores, dijo: «Estados Unidos utiliza este acuerdo para presionarnos, para intentar hacernos cambiar de comportamiento en Oriente Medio o para renunciar a nuestras relaciones con Hezbollah», la milicia chiita libanesa.

Según Mohebbian, Irán puede aprovechar a su favor la presencia de Donald Trump en la carrera a la Casa Blanca, así como la decisión de Reino Unido de salir de la Unión Europea.

Los occidentales «no serán capaces de unirse contra nosotros como lo hicieron en el pasado, sobre todo cuando les estamos enseñando una nueva cara, más flexible», augura.

Además, el resultado de las presidenciales en Estados Unidos podría afectar al acuerdo nuclear. El ayatollah Khamenei, en referencia a Trump, dijo recientemente que si el próximo presidente de Estados Unidos intenta «romper» Irán, Irán a su vez lo «quemará».