VÍCTOR BURGUETE/BOLINFO/TARIJA
(elPeriódico-julio 11/2016) Hacía días que Tarija no experimentaba unas temperaturas tan agradables. Después de unas semanas de intenso frío, el tiempo dio una tregua y ofreció el sábado un clima casi primaveral. La tarde invitaba a despojarse del abrigo y a salir a la calle a pasear, sentarse en un banco y disfrutar del inusual calor. Sin embargo, para muchos de los tarijeños el tiempo era lo de menos, tenían programada con antelación su tarde del sábado: visitar el Megacenter más moderno de Bolivia que cinco días atrás había quedado inaugurado.
Son las 18.30 horas, el parking aledaño al centro comercial se encuentra lleno de autos, una señal de que el epicentro de Tarija en la tarde de sábado se encuentra en las inmediaciones de la Avenida Integración, una vía que hasta hace unas semanas tan solo se llenaba de vida durante las entradas folclóricas de carnaval.
En la puerta principal del Megacenter se amontonan las parejas y los grupos de amigos para registrar la visita en los teléfonos celulares. Una escena que se repite en las diferentes estancias del centro comercial, foto junto a la cartelera y las taquillas de los cines, foto con las pipocas y los nachos en el puesto de venta, foto en el patio de comidas y foto hasta en las escaleras mecánicas.
Hasta hace poco, los tarijeños veían con envidia las imágenes de amigos o conocidos en otros Megacenter del país, ayer y estos días, son ellos los que suben las instantáneas de su Megacenter a las redes sociales. Porque sí, el nuevo Megacenter de Tarija es de todos los tarijeños, por mucho que sea un emprendimiento privado. Así lo entienden los miles de tarijeños que asistieron el lunes a su inauguración y así lo entienden los miles de tarijeños que lo visitaron durante estos días.
El centro comercial hay visitantes de todas las edades, jóvenes en grupos de amigos, parejas de enamorados y familias con niños que corretean de un lado a otro y con cara de asombro frente a los alimentos que por el momento ofrece el centro comercial: pipocas saladas y dulces, panchitos, nachos, helados de frutas, carnes, pizzas y pollo de los locales tradicionales.
“Papá quiero un helado”, “mamá quiero unos nachos”, “yo quiero pipocas dulces”, son algunas de las frases más repetidas en el centro comercial. Aunque no solo los niños, también los adultos y los jóvenes hacen fila en los negocios con la misma ilusión que los chiquillos. La emoción ni siquiera se ve truncada por la parsimonia y lentitud, fruto de la inexperiencia, de algunos de los trabajadores de los distintos puestos de alimentación.
Sin embargo, la comida es solo un acompañamiento, un accesorio más. El objetivo principal de la mayoría de los visitantes en la tarde de sábado es disfrutar de una de las películas de estreno en las modernas salas de cine. Las hay para todos los gustos: de ciencia ficción, románticas, de acción, de terror, de comedia y de animación.
War Craft, Para salvar al mundo se necesita una gran roca, Yo antes de ti, Nada es lo que parece dos, Buscando a Dory, Las Tortugas Ninja 2, El Conjuro 2, Día de la independencia y Mártir, son los títulos de los largometrajes entre los que debaten los visitantes. Los más pequeños lo tienen claro y se debaten entre dos: Las Tortugas Ninja 2 y Buscando a Dory.
Entre tanto, algunos de los espectadores se llevan alguna sorpresa antes de entrar a la sala: “No puedes pasar con el helado”, recita el encargado de cortar las entradas. La desilusión inicial se torna rápidamente en solución y el negocio de venta de helados se convierte en almacén provisional de los helados que no han podido entrar a las salas.
Minutos antes de empezar la película la sala está prácticamente llena, tan solo queda espacio en las primeras filas y algunas butacas aisladas en los laterales. El vocerío de los niños se entremezcla con el ruido de las pipocas, pero todo se diluye cuando empieza el filme.
A diferencia de otras salas de cine, la visión es buena desde todos los ángulos y el sonido es limpio y claro y perfectamente audible desde todas las butacas. Dory, un pececillo azul con poca memoria, hace las delicias de pequeños y grandes. No falta tampoco aquella familia despistada que llega a los 15 minutos de haber empezado la película y que camina escaleras arriba, escaleras abajo, buscando unas butacas libres. Pero no importa, a nadie le incomoda, es un día para disfrutar.
La hora y media hora larga que dura la película, tan solo se ve interrumpida momentáneamente por algún llanto aislado de algún niño, quizá demasiado pequeño para estar sin inmutarse durante todo ese tiempo. Pero tampoco hay reproches, Dory y sus amigos de colores continúan con sus aventuras y el llanto queda en un segundo plano.
Tras los créditos, la sala comienza a despoblarse dejando a su paso un rastro de pipocas por las escaleras semi-iluminadas. Hay un denominador común en los rostros de grandes y pequeños, la sonrisa y la cara de satisfacción.
Hay quienes se marchan directamente a sus casas y otros, los que no han comido antes de entrar al cine, permanecen en el patio de comidas para dar fin a la jornada de sábado. Tarija tiene más alternativas para el ocio. Tarija ya tiene sus diez modernas salas de cine. Los tarijeños ya disfrutan de su anhelado Megacenter. (eP)