Max Murillo Mendoza
El modelo de desarrollo occidental, moderno y científico, ha fracasado. Dos mil millones de seres humanos pasan hambre y penurias en este planeta, porque es un infierno y no necesitan morir para conocer el fuego y la maldad del diablo: eso está en la tierra. La inminente destrucción de la naturaleza y el llamado cambio climático es obra de ese desarrollo occidental. La pinta de la tecnología no puede tapar este espanto y tragedia cotidiana. Millones de desplazados por las guerras financiadas y empujadas por el egoísmo de la mentalidad occidental: guerrera e ideologizada hasta los tuétanos. Millones de hambrientos, millones de niños y jóvenes que no tienen esperanza alguna sino para saciar con algo su hambre del día, y así este mundo plagado de desarrollo occidental desperdicia posibles talentos humanos, científicos, artísticos, literarios, poéticos, matemáticos, que se mueren cotidianamente por la angurria del poder y sus maléficos condimentos políticos mundiales. Promesas humanas que no verán la luz de una sociedad más humana y solidaria.
La incertidumbre mundial producto del fracaso económico occidental, afecta directamente a miles de millones de seres humanos, en sus condiciones más básicas de sobrevivencia. Los defensores de ese modelo siguen mintiendo descaradamente por sus medios de incomunicación, rezando que ya llega el paraíso prometido, y que sabemos con toda certeza que nunca llegará en este modelo, sino la reproducción del hambre y las penurias de miles de millones. Dicho modelo se esfuerza cínicamente para mostrar todos los días fotos y sonrisas de millonarios, sacadas en los países ricos como si sólo eso fuera el modelo a seguir por todo el mundo. La enfermedad mental de los jóvenes para perseguir riqueza a como dé lugar, ha contaminado el mundo de barbarie y podredumbre política porque en el norte como en el sur, las nuevas generaciones se hacen más prácticas en la política para buscar satisfacer sus egos utilitarios y brutales. Las ideologías son sólo instrumentos para esos propósitos desde las erráticas propuestas del neoliberalismo; pero que hasta hoy han influenciado mucho. Los cantores y mercenarios del modelo, que son los políticos de todos los países y banqueros del mundo, dicen que no hay alternativa posible, que son las reglas y las normas a seguir. Así la maquinaria de la muerte mercantil destruye el mundo cotidianamente.
Nadie se pregunta sobre la casualidad de que los países industriales del norte rico, sean al mismo tiempo también democracias estables en general. Las razones están en las raíces mismas del modelo capitalista, que privilegia precisamente esos mercados de consumo, y excluye a todos los demás. Nadie puede competirles, absolutamente nadie. Y ese cuento de que debemos alcanzarles con esfuerzos internos y sobre humanos, son engaños tontos que han creído los acomodados y sirvientes de ese modelo de los países del sur. Dichos países nunca nos entregarán sus tecnologías de punta, porque desde siempre saben que somos sus pongos y esclavos y no pueden liberarnos tan fácilmente. Pero los gobernantes y los burócratas del sur dicen que el modelo tiene sentido, porque no hay otro. Cantaletas que leemos y escuchamos desde hace siglos. La riqueza de los países industriales tiene el precio de su codicia y saqueo extremo de los países del sur. El desorden y la desestabilización constante de nuestros países, tiene las mismas raíces estructurales de ese sistema injusto que privilegió y privilegia nuestro llamado subdesarrollo porque beneficia directamente a ese desarrollo del norte.
Nadie se pregunta y al menos se le intriga la duda existencial de por qué tiene que haber miles de millones de pobres, de desplazados y marginados con tanta riqueza. Pues es claro, tan claro como el agua, de que el modelo es expulsor de humanos. Sin embargo a nadie parece interesarle, sino creerse los cuentitos de que todo funciona bien. La estupidez humana también es cotidiana. Y es contigiosa como peligrosa. La moda postmoderna de la relativización de las cosas es tan dañina como las peores dictaduras y fascismos. Es el escenario perfecto para adormecer almas y mentes, sobre todo de las juventudes que están desilusionados con todos los modelos políticos que han fracasado rotundamente. La entrada del siglo XXI abría las esperanzas de nuevos derroteros políticos y económicos; a pocos años se han derrumbado todos esos proyectos e ilusiones, quedando los cadáveres cada vez más putrefactos, como los cementerios ideológicos del siglo XX, como los museos en el basurero de la historia.
El miedo se ha instalado en las sociedades. Es entendible en cierto sentido, porque el empuje de la incertidumbre y la noción de la inseguridad mundial, han calado hondo en el imaginario humano. Occidente siempre ha manejado bien el fenómeno del miedo, acostumbrados como están a pervivir con un modelo destructor como privilegiado, tienen que inventar motivos coyunturales de felicidad, o imaginarios ficticios de felicidad para encubrir sus fracasos. Entonces inventan enemigos del modelo, o culpables fuera de sus fronteras culturales y raciales. Para eso deben convencer a los lacayos del sur, que pues se pelean por ser los primeros en ser sirvientes y pongos. No es tan difícil: les sobra el dinero y las dádivas de su religión que premia a los villanos. Es decir, el miedo es el principal aliado del modelo. En realidad el miedo es parte del modelo, así funciona el modelo. Tenga miedo y compre algo, así llega la felicidad con cualquier producto que el modelo inventa o renueva. Tenga miedo, compre y consuma, es la fórmula de la felicidad occidental. Y la política sólo es el reflejo de ese esquema: sea oveja, no piense sólo consuma. Así no hay miedo.
El enigma humano en las esferas occidentales no tiene salida posible, sino con la confrontación y la aniquilación global. La tecnología no está al servicio de las buenas causas, sino de las brutales y las guerreras. La ciencia no privilegia la solución de los problemas humanos, sino la soberbia y la mentalidad cavernaria de hace 10.000 años. La vida en occidente no es goce humano y paso por la tierra como recuerdo de felicidad, sino un valle de lágrimas sin sentido. Sus lacayos del sur nunca entenderán lo que realmente queremos, porque sus raíces culturales no pertenecen a estas culturas y tradiciones. No tenemos más salida que saltar al vacío y crear otro tablero de ajedrez, es decir otras historias. A esa enorme irracionalidad llamada occidente, es preferible su destrucción, es preferible la ruptura total de esa maquinaria de la muerte, de esa maquinaria antihumana, anti soñadora y anti cultural.
No a los discursos político religiosos de que llega el paraíso, porque ellos son el demonio en persona. Pacha, revuelta, otro ciclo, otro rumbo, otro derrotero fuera de occidente y sus decadentes prostíbulos políticos y económicos. Pacha en la tierra y no en los cielos y paraísos infernales de occidente.