Son 442 años desde la fundación de la ciudad de Tarija, mucho tiempo en el que han pasado generaciones enteras, hay historias que contar. El siglo XXI nos encuentra con grandes desafíos por delante, no son momentos en los que debemos encontrar responsables o culpables por lo que no se hizo o dejó de hacer, sí podemos identificar lo que falta, lo pendiente. Es verdad que vivimos en una ciudad que ha crecido bastante en estos últimos 20 años en especial, en los que su población más que se ha duplicado, en la que ya no todos nos conocemos, en la que se añora lo de antes, en la que el subdesarrollo de verdad parecería ser la clave para la felicidad. No es que exactamente que el progreso nos haya tocado con su varita mágica, no es que la modernidad desborde en la vieja Villa, por el contrario, aún se resiste.
Es cierto que esta urbe se consideró como el resumen de un Departamento que nació varios siglos después, es cierto también que muchos de los nacidos en este bendito suelo creyeron que esto es Tarija en realidad… y no debemos extrañarnos, porque este valle encierra tantos encantos que enamoró a los conquistadores que decidieron fundar lo que hoy es una de las capitales más importantes del país, es cierto que su gente supo ganarse el cariño nacional por su carisma, su alegría, su carácter amigable y el buen trato al visitante. Un espacio geográfico tocado por Dios que nos regala encantos naturales que marcan y distinguen a sus habitantes… la sencillez del tarijeño lo distinguió siempre y debe seguir siendo su sello… dentro y fuera… comprendiendo que en realidad Tarija va más allá de lo que quien vive en esta urbe puede ver, es una combinación compleja de regiones, costumbres y tradiciones que la hacen más linda y atractiva todavía.
Aún tenemos una ciudad con deficiencias en servicios básicos, agua potable, alcantarillado, energía eléctrica, donde la inseguridad se campea sin límites, en la que existen serios problemas ambientales que ponen en riesgo la salud de la población… un botadero de basura que aún es un misterio, lagunas de oxidación que intoxican nuestro entorno, quebradas contaminadas que la hieren diametralmente, un río que se muere por la extracción de áridos indiscriminada y el veneno que todos los días echan en su cauce. Vivimos en una realidad que nos dice que precisa de decisiones y soluciones valientes, con un tráfico vehicular endemoniado, un transporte público desordenado, una ausencia de planificación en su desarrollo urbano que parece ser la «madre del cordero» y el «cuello de botella» que impide despegar.
Estamos en una ciudad en la que el consumo de alcohol por parte de la juventud debe preocuparnos en serio, sin olvidar que de la mano viene el consumo de drogas, vivimos en medio de temas sin resolver con autoridades que tienen responsabilidades que no cumplen. No debe ser sólo cuando se festejan nuevos años, pero en algún momento debe ser, que analicemos francamente qué nos esta pasando y por qué, respondernos si somos capaces de hablar de nuestros problemas y resolverlos, si la priorización de nuestros requerimientos realmente ocupa el primer lugar de lo que debemos hacer. Es cierto, hay mucho por delante pero debemos comenzar a caminar, a avanzar, debemos comenzar a plantear soluciones realizables, que se concreten, se tiene que dejar el discurso y entrar a la acción, para construir esa ciudad amable que cobije habitantes cordiales, que tenga ciudadanos inteligentes que diseñen el lugar donde moran de manera inteligente, que definamos hacia donde vamos y que queremos hacer con nuestra ciudad. El trayecto es largo aún… y es tiempo de mirar el horizonte y ver con esperanza que hay un futuro mejor por conquistar.