Noticias El Periódico Tarija

El carpintero que había contratado para que me ayude a reparar una vieja cerca, cuando el reloj marcaba las 20.00 horas, recién acababa de finalizar su primer día de duro trabajo, puesto que su cortadora eléctrica se le daño y lo hizo perder una hora y media de trabajo, y ahora cuando ya se disponía a retirarse a descansar su antigua camioneta se negaba arrancar.


Mientras lo llevaba a su casa en mi automóvil, se sentó a mi lado en silencio durante todo el camino por la agotadora jornada laboral. Una vez que llegamos a destino, me invito a conocer a su familia, pero mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol de su jardín, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.

Cuando abrió la puerta de su hogar, ocurrió una sorprendente transformación en él, su  bronceada cara estaba plena de sonrisas, abrazo a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa que se disponía a servir la cena.

Tras que charle unos minutos con su familia él me acompañó hasta el carro. Pero cuando pasamos nuevamente cerca del pequeño árbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes. A lo que me contesto: «Ohhh, ese es mi árbol de los problemas».

Hizo una pausa y continuo diciéndome: «Se que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura, los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos”.

Se acerco al pequeño árbol y mientras tocaba sus ramas dijo: “Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, luego en la mañana los recojo otra vez».

Me miro a la cara y sonriéndome finalizo: «Lo divertido es que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior»