PARÍS, Francia
Italia mandó a casa a la campeona. Al cabo de 22 años de la última vez que la derrotó en un partido oficial y tras haber sufrido en primera persona la tiranía de la mejor España de la historia, la escuadra azzurra disfrutó el dulce sabor de la venganza con una victoria incontestable.
Le bastó con un gol de Chiellini poco después de la media hora y le sobró tras un partido inconmensurable, en el que los hombres de Antonio Conte hicieron buena la máxima de su entrenador: el grupo, la entrega, la solidaridad y la fe por encima de todo.
Eso y, desde luego, una maravillosa lección táctica con que el entrenador italiano obsequió a quien sospechase o anunciase a priori que el catenaccio iba a ser la razón de ser de la azzurra en Saint-Denis.
Suplicio español
Una falta, probablemente innecesaria, de Sergio Ramos frente al área sirvió para que Pellè lanzase un obús raso que De Gea rechazó a duras penas… Para que al rebote acudieran en masa los italianos ante la pasividad inexplicable de los españoles y le diera la ocasión a Chiellini de anotar a placer.
Había entrado tras el descanso Aduriz por Nolito pero no fue hasta que lo hizo Lucas Vázquez por Morata que el equipo de Del Bosque dio un paso decidido al frente para llevar a los italianos a la cueva.
Ahí, hacia los últimos veinte minutos, se apreció el crecimiento hispano y la sabiduría azzurra en el catenaccio. Un remate arriba de Ramos y un duro y lejano disparo de Piqué al que respondió con solvencia Buffon a los 77 minutos fueron el preludio de ese final de infarto que se avecinaba.
Lo intentó de todas maneras España pero se defendió con gallardía Italia. Y con una inteligencia fuera de toda cuestión que, incluso, le ofreció la posibilidad de irse a la contra y volver a poner en el escenario a De Gea, salvando un zambombazo de Insigne.
Y llegó la última… La definitiva, la de la histeria. Buffon miró tanto lucirse a De Gea que a los 89 minutos se erigió, enorme, para evitar la igualada en un remate de Piqué… Y dos después, comenzando el alargue, Pellè lo acabó todo.
Adiós España. Cayó, justamente, frente a una Italia soberbia. Auténtica y excepcional.